El
cambio de nombre del Partido Liberal Radical Auténtico a Partido
Liberal a secas ha planteado - ¡por fin! el debate ideológico
en un partido que se debate en las contradicciones desde 1908.
A
raíz de esas contradicciones hubo enfrentamientos armados muy
graves y el país no pudo progresar todo lo que hubiera debido. El
esfuerzo del mejor administrador paraguayo, el Dr. Eligio Ayala,
tuvo que ser dirigido exclusivamente para organizar las finanzas de
la República para enfrentar la guerra del Chaco, que se avecinaba.
El
Dr Eusebio Ayala, que era liberal, no pudo hacer otra cosa que ganar
la guerra y luego vino la hecatombe. Desde 1908 no hubo una sola
hora de gobierno realmente liberal en la República del Paraguay.
El
Partido Liberal nació prácticamente escindido, y cuando llegó al
poder en 1904 ya estaba dividido entre cívicos y radicales, una
antinomia fatal. Los liberales de Ferreira cayeron en 1908 y la
supremacía fue radical hasta 1932.
El
gran Partido Liberal solamente existió durante los prolegómenos
inmediatos de la guerra del Chaco, y duró un minuto después de la
firma del armisticio. Era un gran partido, pero no era ideológicamente
exclusivamente liberal.
Las
contradicciones internas hicieron posible la Carta fascista de 1940
y el ostracismo. E hicieron posible la hegemonía colorada, a pesar
de la controversia feroz entre guiones rojos socialistas
de Natalicio González -
y democráticos semi liberales de Federico Chávez.
Ahora
es cuando hay que plantear el debate ideológico dentro del
conglomerado azul, para poder organizar un partido liberal que tenga
posibilidades de ir al gobierno con ideas propias.
Yo
no creo que se deba temer plantear el debate ideológico en época
electoral, ni en ninguna época. Es preciso que los liberales
formemos una agrupación propia, con las ideas inmortales del
liberalismo.
Libertad,
gobierno limitado, presupuesto rigurosamente equilibrado, impuestos
bajos, economía completamente libre, educación laica y gratuita,
los viejos principios que nunca tuvieron la oportunidad de
demostrar, en el Paraguay, que son los motores insubstituibles del
desarrollo. Tal vez no seamos mayoría en el partido azul, pero eso
no importa en absoluto si se sabe hacer propuestas creíbles y
confiables.
Los
radicales no son liberales y los liberales no somos radicales. No
podemos coexistir en una sola agrupación política, aunque podamos
hacer alianzas electorales en algún momento. Nuestras ideas y
nuestros métodos son diferentes.
Enceguecidos
por el espejismo del número, hemos perdido de vista el seguro
puerto de las ideas firmes, aunque no dogmáticas.
Voy
a sostener este punto de vista sin concesiones de ninguna clase,
porque ya en el ocaso de mi vida no puedo renunciar al intento de
hacer algo realmente útil para la República. Creo que el
liberalismo es el cuerpo de ideas que hará que el Paraguay salga de
la postración a que lo sometió el despotismo secular , como diría
Cecilio Báez, y alcance el destino al que tiene derecho.
El maridaje con el radicalismo encadenó y frustró al liberalismo
durante casi un siglo; es hora que termine.
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