Hermes
Rafael Saguier está acusado, a mi entender en forma antojadiza, de
haber organizado una rebelión militar contra el senador Luis Ángel
González Macchi, el 18 de mayo del 2.000. Según las reglas del
debido proceso, Saguier fue incriminado de la manera más alevosa, y
todo lo actuado es nulo, de nulidad absoluta.
Desde
el 18 de mayo del 2.000, Rafael Saguier guarda reclusión a la
espera de la acusación, que debe ser pública y oral. El juez de
garantía ha violado, sistemáticamente todas las reglas del debido
proceso, y lo mantiene detenido sin que se den las claras exigencias
de la ley para sostener ese criterio. Saguier debería estar en
plena libertad, preparando la audiencia oral y pública en la que
debe defenderse y demostrar su inocencia. Eso dice la ley.
Recientemente,
y a causa de su detención, Saguier, que sufre de diabetes, tuvo un
infarto. Fue trasladado de su lugar de detención a un Sanatorio
privado, donde los médicos, desde el forense hasta el último
asistente que lo auscultó, recomendaron cuando menos- su detención
domiciliaria. El juez de garantía, otra vez y sin atender a lo que
dice claramente el artículo 250 del Código Procesal Penal, se negó
a tomar la decisión
que corresponde. Más clara evidencia de la instrumentación política
de la ley, es imposible.
Entonces
Saguier se rebela, como es de su derecho, y se declara en huelga de
hambre. La huelga de hambre es ya peligrosa en gente saludable;
puede ser mortal en el caso de Saguier, que padece de diabetes
descompensada, se ha vuelto insulino-dependiente y sufre de
obstrucciones arteriales.
El
gobierno que tenemos es ilegítimo y usurpador, según los artículos
137 y 138 de la Constitución . El mandato solamente puede
concederlo el pueblo en comicios, y de ningún modo otro poder del
estado. La ilegitimidad del gobierno, insalvable, exige la rebelión.
No la tolera, la exige. Y Saguier, como héroe civil que es, cumple
con el mandato constitucional.
Saguier,
lo creo firmemente, no se rebeló el 18 de mayo sino que lo
hace ahora, jugándose la vida. Y lo hace, pese al consejo
angustiado de todos sus amigos me consta- para demostrar la
naturaleza profundamente perversa del régimen que estamos
padeciendo. Es una rebelión solamente cruenta contra sí mismo, su
familia y sus amigos, pero es la rebelión suprema. La rebelión de
los verdaderos líderes, que enfrentan solos el peligro.
Saguier, hay que decirlo, no está solo en esta lucha, ni enfrenta
solo el estado de rebelión. El pueblo paraguayo entero está
esfervescente, aunque todavía desorientado, y rehúsa tolerar este
estado de cosas que le imponen. Quizá el ejemplo de Saguier le
muestre, a corto plazo, el camino que hay que seguir.
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