EL GOLPE DE
WASMOSY
Alberto Vargas Peña (miembro de la Fundación Libertad)
Todos los que tienen información, aparentemente de primera agua, en el
Paraguay, anuncian para el domingo 28 de noviembre, la culminación del golpe de estado de
Juan Carlos Wasmosy. Juraría como nuevo presidente de la República, esta vez interino,
el actual presidente de la Corte Suprema de Justicia, Wildo Rienzi Galeano, que debe su
cargo al presidente del Senado Juan Carlos Galaverna.
Toda la agitación militar de estos días sería apenas una cortina de
humo para encubrir el verdadero golpe. Wasmosy está jugando con fuego y caminando sobre
una delgada línea el filo de la navaja pero hasta ahora le ha salido todo
bien. Tiene al Ejército sobre ascuas, desinforma como quiere utilizando sus medios
propios y periodistas comprados infiltrados en todos los demás diarios y radios y maneja
incluso las patotas del jesuita Oliva.
Me han contado que hoy habrá una manifestación violenta frente al
Congreso, convocada por la operadora radial número uno de Wasmosy, Herminia
Feliciángeli, es presidenta del Partido de los Trabajadores, doctrinariamente trotskista.
La Feliciangeli pide la quema pública de los diputados oviedistas y ha convocado para hoy
a las llamadas "Memoria Viva", una fuerza de choque organizada sobre la base de
los antiguos espartaquistas.
El jesuita Oliva es quien comanda esa fuerza de choque, responsable
directa de las muertes absurdas en las inmediaciones del Congreso. Del desorden
resultante, Wasmosy así lo cree él sacará partido.
Entretanto en la Caballería la oficialidad se mueve muy inquieta por
lo sucedido con el Cnel. Gustavo Piñeiro Saguier, un oficial profesionalmente
irreprochable a quienes los medios de Wasmosy atribuyeron hace menos de veinticuatro horas
una supuesta indisciplina, que terminó con él en el calabozo de los arrestados y al
traste con su ascenso a general.
La Caballería, cuyo espíritu de cuerpo se ha mantenido siempre, está
tascando el freno. El piafar de los caballos de la guerra se escucha nítido en Asunción.
Así y todo, arriesgando ya la jugada final, Wasmosy sigue impertérrito en la senda del
golpe. Para él es cuestión de vida o muerte. O triunfa o va a la cárcel por ladrón.