El Obispo católico Fernando Lugo ha expresado su
deseo de candidatarse a la presidencia de la República del Paraguay
en el año 2.003. Comoquiera que existe una prohibición
constitucional absoluta, que indica que ningún eclesiástico de
ninguna confesión puede ser siquiera candidato, es probable que
Lugo esté pensando en colgar a sotana, o en hacer una revolución.
Pero a mí no me interesa conocer las motivaciones de Lugo ni su
estrategia sino indicar el peligro que significa la recreación
en el Paraguay de un estado teocrático.
Lo que expresó Lugo debió ser rechazado automáticamente
por todos los políticos que dicen ser demócratas, pero fuera de
una muy tibia, y tímida, reacción de Miguel Abdón Saguier, quien
pretendió en todo momento minimizar el hecho, nadie dijo nada. ¿Está
este infortunado país listo ya para apelar a la peor solución para
salir de sus problemas?
Hay que recordar que fue el estado teocrático el que
modeló las mentes paraguayas y nos condenó a la adoración a los
tiranos, dictadores, semi reyes y autócratas que hemos venido
sufriendo a lo largo de la historia, con las secuelas de
empobrecimiento que podía acceder a la primera magistratura que
siempre estos gobiernos acarrean. Fue en el Paraguay donde los
jesuitas llevaron a cabo el experimento comunista más vasto y
profundo que haya conocido la historia antes de la URSS, donde los
indios esclavizados, cosechaban al son del arpa, la yerba mate para
sus opresores, que a su vez eran sus únicos maestros. La enseñanza
de la obediencia dura hasta ahora.
La Iglesia Católica Apostólica Romana en el
Paraguay fué la dueña del destino paraguayo hasta 1992. Un
paraguayo no católico no podía acceder a la primera magistratura y
prácticamente a ningún cargo público de importancia. Había, en
el Paraguay, "tolerancia de cultos". Recién en 1992 el
estado paraguayo se separa de la Iglesia Católica, situación que
nunca fue admitida ni tolerada por los eclesiásticos, que continúan
comportándose como en las épocas anteriores.
Los políticos paraguayos no se atreven a contrariar
los deseos de la ICAR en lo más mínimo. Le tienen un miedo cerval.
Ahora, que el Obispo Lugo ha manifestado su disposición a ser
presidente de la República para liderar un estado teocrático del
tipo jesuítico, tiemblan en lugar de oponerse en forma tajante y
terminante.
El infortunio paraguayo, parece no solamente no tener
fin sino no tener límites. Si el futuro es el estado teocrático,
Apuleyo García y Alberto Vargas Llosa pueden estar seguros que los
paraguayos, de manera intergiversable, están - me excluyo -
dispuestos a perder también el siglo XXI.
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