La
última semana fue estresante. A la tarde del 13 de agosto a nadie
en el Paraguay le cabía la menor duda que el Dr. Franco, candidato
del Partido Liberal Radical Auténtico y apoyado sobre todo por el
Movimiento Nacional de Colorados Eticos había ganado las
elecciones. A nadie engañó Roque Galeano, presidente del Senado,
cuando a mediodía anunció la victoria de Félix Argaña, porque
todo el mundo conocía el mecanismo de la maniobra en marcha. Todas
las bocas de urna y los conteos que se sucedían
ya cerrado el
escrutinio, daban
la victoria a Franco.
El
conteo preliminar del TSJE, dado la misma noche del 13 confirmó lo
que todo el país sabía. Julio César Franco había triunfado sobre
Félix Argaña. Faltaba oficializar el conteo del 10% de las mesas
electorales, porque el resultado ya estaba cantado. Y no eran
precisamente once mil votos los de la verdadera diferencia.
He
aquí que desde el 14 de agosto comenzaron los apoderados de Félix
Argaña a ensuciar lo que había sido otra vez una elección
libre, pacífica y
ejemplar. Desde
luego que los voceros de la ANR oficialista se habían encargado de
intentar amedrentar al electorado durante toda la semana anterior,
diciendo que habría violencia, donde no había sino el deseo de dar
una patada electoral al gobierno. No hubo violencia, pero sí hubo
la patada.
Cuando
se vieron perdidos los reyes del fraude, comenzaron a endosar a la
parte ganadora todos los pecados que los hicieron famosos.
Impugnaron todas las mesas donde no ganaron, e hicieron reclamos
absurdos, dignos de Macondo, el delirante país descrito por García
Márquez. Y así mantuvieron en vilo a la población paraguaya hasta
que de afuera llegó un úkase imposible de desoir.
La
derrota de Felix Argaña fue aplastante en varios sitios decisivos,
y no quiero caer en la vulgaridad de decir que donde ganó hubo un
fraude escandaloso, aunque sea cierto. Pero fue más dolorosa en
lugares que eran bastiones de la ANR, antes de marzo de 1999.
Entonces
hubo que inventar lo del reemplazo de las actas electorales.
El reemplazo de las actas estaba previsto por la lista perdedora.
Incluso la Policía detenía en los puestos de peaje a quienes, en
caravana, venían vigilando que las actas que salieron de Ciudad del
Este llegaran a Asunción.
El
reemplazo no pudo ser porque la vigilancia se estableció
escalonada, y a la caravana de vigilancia detenida le sucedía otra,
que estaba aguardando después de cada peaje. Las actas auténticas
llegaron a Asunción, y con ellas la confirmación de la patada que
el pueblo le propinaba al gobierno.
Hasta
el último minuto los apoderados de los perdedores intentaron
cambiar fraudulentamente los resultados. ¿Qué hacía el viejo
conocido Sosa Argaña, a medianoche, entrando subrepticiamente en el
TSJE munido de una notebook? ¿Qué pretendía hacer esa patota
alcoholizada que intentó atracar el TSJE para defender una victoria
que nunca existió?
Los
asesores lograron retener el conteo final y la proclamación del
vencedor hasta jueves 24. Cuando vieron que era imposible cambiar
los resultados por que hubo vigilancia precisa y porque los
ministros del TSJE no estaban vendidos como les dijeron, fueron a
intentar ganar las elecciones....en la Embajada de los Estados
Unidos.
Por fin la ordalía terminó y el TSJE proclamó al legítimo
vencedor. Ahora quizá comience la batalla por el juramento, como
paso previo a la batalla por el cambio.
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