Los
revolucionarios franceses de 1879 creyeron que habían derrotado
para siempre al absolutismo. Poco les duró el entusiasmo:
Robespierre acabó en la francachela del Directorio, y la
francachela en el despotismo imperial de Napoleón.
Los
liberales ingleses creyeron que habían derrotado para siempre al
despotismo y el absolutismo, pero en 1848 les apareció Karl Marx
para iniciar un viaje terrorífico que, incluyendo las aventuras
fascista y nacional socialista, causaron casi cincuenta millones de
muertos y un caos universal.
Los
estadounidenses de Reagan y los ingleses de Margaret Thatcher
creyeron haber derrotado el absolutismo, pero este resurge detrás
del pretexto de la guerra contra las drogas. Creo, con dolor, que
las amenazas contra la libertad individual son hoy más terribles
que las anteriores y que estamos prácticamente inermes contra
ellas.
El
neo absolutismo tiene como fundamento la existencia del estado como
persona, y de un derecho especial para el estado diferente al de la
gente.
Considerado
un país como una persona o una empresa, la conclusión de que debe
ser manejado con "autoridad" es inmediata. La
"macroeconomía" conduce inevitablemente a la macro tiranía.
Si los elegidos por el pueblo para actuar en su representación
son "servidores del estado" y no "servidores de la
gente", entonces es porque existe algo superior a la gente que
se denomina "estado" que tiene derechos y facultades
superiores a los de los individuos.
No
importa que estos funcionarios sean designados por elecciones ni que
duren un tiempo limitado; ellos son pasajeros, pero el estado es
eterno. Durante el tiempo de su servicio, son tan absolutos como
Luis XIV o más.
El socialismo no es más que una forma de absolutismo, y es
la versión actual del viejo despotismo que se pronuncia de arriba
para abajo; prácticamente todas las democracias, incluida la
estadounidense, han caído en la trampa y han dejado de fluir desde
abajo, en todos los campos. La persona ya no es dueña siquiera de
su dinero y es objeto de investigación profunda por la
"autoridad" que ya no reconoce ningún límite.
En el preciso instante en que se habla de la victoria de la
democracia, se asiste a su peor derrota; ha sido carcomida desde
adentro, y nada queda de su esencia.
La
persona ya no es dueña de su destino y los administradores de un
poder limitado y costreñido se han convertido en los servidores de
un poder absoluto. Hasta ahora no han utilizado ese poder en forma
descarnadamente violenta - salvo en países como los de la América
Latina - pero el proceso es implacable y eso no tardará.
La globalización, que debería ser la exaltación de la
libertad universal sin control de ningún estado, se está
convirtiendo en la creación del Estado Global, todopoderoso,
invencible, supremo, que someterá al individuo a su mínima expresión.
Tal
vez le conceda, por un tiempo, la facultad de elegir los nuevos
reyes, pero después hasta eso le quitará. Y no habrá isla libre
donde refugiarse.
Por supuesto que el proceso terminará en una gran revolución
porque el ansia de libertad no se extinguirá jamás en el ser
humano, y costará tal vez más sangre que las revoluciones
anteriores. Pero antes que eso suceda, pasarán generaciones de
seres humanos que serán obligados a prosternarse ante la
"autoridad".
Al final, parece que George Orwell tenía razón, y que el
Gran Hermano ya está en su puesto.
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