El
acceso a los puestos de poder es hoy una cuestión de costos. Lo que
ayer era un asunto de propuestas, dialéctica superior, oratoria
atractiva y fascinación individual, es hoy un simple tema contable;
quien tiene más gana. Y como los políticos usualmente no tienen casi
nada, deben someterse al toma y daca que les proponen los que
han de financiar sus campañas. El gobierno, entonces, se convierte en
un botín que ha de ser repartido conforme a las acciones compradas a
futuro.
Una
campaña electoral hoy tiene sus reglas, todas ellas adecuadas a los
medios de comunicación actuales, sobre todo a la carísima televisión,
que proporciona imagen a los candidatos y hace creer al público
casi cualquier cosa. Para estar en la televisión el político tiene
que disponer de medios y para disponer de medios no tiene más
alternativa que venderse y vender su futura gestión. En tales
condiciones es indispensable que los financistas se aseguren que el
poder podrá dirigir la
economía, porque de otro modo no podrán recuperar su inversión ni
obtener los beneficios previstos. Si ganar es una cuestión de
financiación, gobernar es una cuestión de pagar facturas.
Una
conclusión obvia es que aquel que disponga de más dinero colocará
en alto porcentaje sus candidatos en posiciones tales que les permitan
seguir ganando dinero. Para eso es menester dirigir, porque de
otro modo, con la economía libre, todos pueden progresar y gana
dinero aquel que más trabaja; que más sabe; que mejor piensa y que más
suerte tiene. La razón por la cual nadie quiere que haya libertad de
mercado y economía libre hay que buscarla, aunque parezca mentira, en
el costo de la llegada al poder.
El
dinero es poder en la democracia actual. Lo que los socialistas
consideraron la maldición del siglo, y buscaron anular con el
dirigismo, ha crecido gracias a ellos, de tal manera, que será difícil
enfrentarlo y mucho más dificil vencerlo; el monstruo abominado por
el socialismo pero fortificado por el, es hoy un monstruo casi
invencible.
¿Cómo
hacer para evitar la acumulación de riqueza tan grande, en una sola o
en pocas manos, que impida que esa riqueza se convierta en la dueña
del poder, en la verdadera soberana? El liberalismo tiene la respuesta
de las leyes antimonopolicas que buscan impedir la concentración de
riqueza de una magnitud tal que pervierta los mecanismos de elección
de mandatarios, pero esas leyes funcionan exclusivamente cuando la
libertad económica es total. El dirigismo siempre tiende al
monopolio, y el monopolio a la acumulación de la riqueza. No fue el
liberalismo, por dar un ejemplo, lo que creó un Wasmosy en el
Paraguay, sino el dirigismo. Gobiernos liberales hubieran producido
muchos ricos, todos ellos compitiendo entre si, mientras que el
dirigismo produjo pocos muy ricos, todos aliados para seguir haciendo
crecer su riqueza.
La
democracia enfrenta dos terribles enemigos: El primero, un sistema
electoral que desvincule al pueblo del mandatario, y, el segundo, la
concentración de riqueza que haga posible la tergiversación de los
mecanismos democráticos mediante la compra del mandatario o su
endeudamiento para llegar al mandato.
En
el Paraguay, esos dos enemigos mortales de la democracia han vencido.
No
hay una ley electoral que vincule al elector con el elegido y la
concentración de riqueza producida por el dirigismo es de tal
envergadura que es en realidad la dueña de los candidatos a cargos
electivos. La forma y el costo de la elección han convertido al
Paraguay en una plutocracia real dentro de una carcaza democrática
formal y mentirosa. |