La
partidocracia, o gobierno de los partidos , ha conducido , en todas
partes, lo que quiere decir que sus consecuencias son inherentes al
sistema, a la corrupción de la burocracia, el sobre
dimensionamiento, la ineficacia, la perversión de la Justicia, la
bancarrota y la pauperización sistemática.
La
democracia no depende de la existencia de partidos políticos, tal
como se quiso hacer creer o se creyó inocentemente, en la segunda
mitad del siglo XX. Depende de la ciudadanía que consciente de sus
intereses individuales, se reúne en ciertas ocasiones para
determinar quien ha de administrar el bien público, con qué
limitaciones y para qué objetivos.
La
democracia requiere ciudadanos que piensan en la nación entera,
mientras que la partidocracia requiere clientes que apoyan
invariablemente a cúpulas eternizadas que defienden intereses
sectarios.
La
creación de partidos políticos estables es imposible de impedir en
una democracia, pero la conversión de la democracia en
partidocracia si es posible impedir. Las leyes electorales son el
instrumento para impedir que una democracia caiga en la
partidocracia.
¿Por
qué es menester decirlo la partidocracia tiene las
consecuencias que he señalado y se han dado en todas partes en
donde ha surgido? Por que para convertir una democracia en
partidocracia es menester que se imponga la representación
proporcional y sean los partidos el intermediario entre el pueblo y
sus gobernantes.
Cuando
eso sucede, los partidos se lanzan a la conquista del gobierno y
para conseguirlo o sostenerse en el practican inevitablemente el
clientelismo, que luego infla la burocracia , la que se torna
ineficiente y, también inevitablemente, corrupta.
Como
es indispensable la impunidad del procedimiento, la partidocracia
busca y consigue instrumentar la Justicia. Cuando obtiene ese
objetivo, está en condiciones de depredar los bienes públicos, con
lo que crea el déficit fiscal, que obliga entonces al aumento
sistemático de los impuestos, que ataca la iniciativa privada y
destruye el ahorro, lo cual empobrece al pueblo.
El
problema no es leve ni benigno y con la consolidación de la
partidocracia los políticos, en su inmensa mayoría, contemplan la
imposibilidad de trascender sino a través de los partidos y la
genuflexión ante sus cúpulas; entonces como quiera que el partido
se ha convertido en el único camino para acceder al poder, los políticos
defienden el sistema con uñas y dientes.
Dentro
de la partidocracia, no hay reforma de fondo posible; solo
maquillajes que no tendrán otro resultado que conceder al pueblo un
lapso pasajero de alivio.
La
economía es la primera que sufre, porque la partidocracia no puede
sino ser dirigista. La libertad económica repugna a la
partidocracia, y por tanto no es posible lograr el desarrollo
sostenido y estable dentro de ese sistema. Las continuas crisis que
ha vivido el mundo son consecuencias derivadas del sistema político.
A mayor partidocracia, mayor subdesarrollo.
Los
pueblos están despertando a la realidad porque la globalización,
la Internet, el individualismo resultante del negocio en casa,
los ordenadores personales y las comunicaciones ultrarrápidas han
roto las fronteras del Estado para abarcar el planeta, y van
conociendo las raíces del problema. Las partidocracias necesitan de
las fronteras y el proteccionismo y como estos elementos están
desapareciendo barridos por la tecnología, ellas también tocan a
su fin.
¿Cómo acaban las partidocracias? Con la vigencia de las leyes
electorales descentralizadoras y uninominales. Por eso sostengo que
el desarrollo pasa por una reforma sistémica: Hay que acabar con la
partidocracia e implantar la democracia, si deseamos realmente salir
de la pobreza y el estancamiento.
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