En
marzo de 1999 denuncié en la Sociedad Interamericana de Prensa, en
Jamaica, la naturaleza del régimen que estaba naciendo en el
Paraguay.
Entonces
todavía supervivía el tambaleante gobierno constitucional del Ing.
Raul Cubas, ya jaqueado a mate por la conspiración que se venía
desarrollando desde el 11 de mayo de 1988. Nadie me escuchó. Cada
delegado conversaba con su vecino y salvo alguno que otro periodista
afectado por medidas restrictivas, a nadie le importaba que el
Paraguay se enderezara hacia una nueva forma de dictadura.
A
la madrugada siguiente mataron al Dr Luis María Argaña y los
conspiradores derribaron al gobierno.
El
Ing. Juan Carlos Wasmosy y el Dr Domingo Laíno comprendieron pronto
que la Constitución de 1992 ponía en sus manos la suma del poder.
Dominando
la Corte Suprema mediante el Consejo de la Magistratura, y el
Congreso mediante la norma de "representación
proporcional", dominaban la totalidad de los mecanismos
institucionales. No importaba que hubieran perdido las elecciones de
1988, ellos sabían que tenían dos tercios del poder en sus manos,
y lo hicieron valer.
Con
la Corte Suprema y el Congreso en las manos la Constitución ya no
interesa. La Corte Suprema interpreta lo que quiere y como
quiere, y el Congreso avala. A eso se suma una campaña de prensa
totalmente sometida, que hace creer a la opinión pública que la
Corte es soberana.
Y
tan soberana se ha vuelto que ha elegido presidente. El pueblo ha
dejado de tener voz.
La
actual dictadura paraguaya ha logrado impedir que se elija
presidente a su tiempo interpretando a su antojo la disposición
constitucional que regula las vacancias. El asesinato proporcionó
la doble vacancia, y la Corte Suprema ha hecho el resto. No se puede
elegir Fiscal Gral. Del Estado porque el Consejo de la Magistratura
olvidó presentar las ternas al Congreso a tiempo, y la
estructura montada por Wasmosy y Laíno sigue tan campante.
Yo
me preguntaba en Jamaica si la caída de la democracia paraguaya
sería un lunar en el radiante rostro de la democracia
sudamericana o si sería una especie de sarampión contagioso. Ante
la indiferencia casi total de los delegados de los diferentes
diarios de América dije que me inclinaba a creer que sería el
sarampión.
Hoy
que las sombras avanzan sobre las democracias, todas con el nuevo
disfraz proporcionado por una institucionalidad tramada para
liquidarlas, Mario Vargas Llosa habla, con amargura, de las seudo
democracias latinoamericanas. Y no ve que detrás de este proceso
se encuentran los Estados Unidos, de la mano del corrupto e inmoral
Sr William Clinton, que hace negocios a expensas de la libertad.
Hoy
resulta que por una parte el fraude es admitido sin pudor caso
Perú respaldado por una Corte Suprema complaciente con el
Ejecutivo, y por la otra, que las elecciones ya no son tan
necesarias, puesto que pueden ser reemplazadas por determinaciones
legales de otra Corte Suprema complaciente caso paraguayo-
¿No estamos acaso ante el sarampión y no ante el lunar? Las
democracias reales aceptan lo que está ocurriendo, porque los
Estados Unidos dan su bendición, en un caso solapada y en otro
abierta.
Entretanto
la Sociedad Interamericana de Prensa continúa su actividad
de country club como la calificó un periodista
dominicano -sin analizar el proceso que está llevando a nuevas
dictaduras y seguramente nuevos ataques a la libertad de prensa en
un futuro cercano.
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