El
13 de agosto del 2.000 en el Paraguay se vino abajo una estructura
que parecía invencible. La ANR o Partido Colorado, dueña del poder
en el Paraguay desde el 13 de enero de 1947, y única responsable de
la situación paraguaya, perdió las elecciones que nominalmente debían
elegir un vicepresidente, pero que en realidad y por imperio de los
artículos 227 y 234 de la Constitución elegían presidente.
La
ANR no llegó unificada a estas elecciones sino dividida en dos; por
una parte el oficialismo argañista y por la otra el oviedismo, que
apoyó a la lista 2 de Julio Cesar Franco, candidato del Partido
Liberal. Esa división se produjo porque el argañismo acusó, en
falso, al oviedismo de haber asesinado al Dr. Luis María Argaña,
vicepresidente de la República al momento de su muerte. La
persecución que siguió a los hechos de marzo de 1999, abrió una
brecha profunda entre las dos facciones coloradas.
La
cuestión es que Julio César Franco basó su campaña electoral en
una consigna: El cambio que el país necesita. Esa consigna podía
significar única y exclusivamente que el Dr. Franco se jugaba, no
la vicepresidencia sino la presidencia de la República. No se
pueden hacer cambios desde la vicepresidencia.
¿Por
qué el Dr. Franco debe ser presidente? Porque la Constitución
establece con claridad meridiana que el vicepresidente electo es
quien debe suceder al presidente muerto, renunciante o inhábil.
Solamente el vicepresidente electo puede completar el mandato
vacante. He aquí que la Corte Suprema de Justicia paraguaya,
violando todas las disposiciones constitucionales que le conciernen,
decidió que el interinato previsto en la Constitución era
definitivo, con el peregrino argumento de que, en el momento en que
el presidente del Senado sucedía al presidente renunciado, dejaba
de haber vacancia. Una doctrina solamente sostenible en el Paraguay
y en la actualidad.
El
senador Luis González Macchi se instaló en la presidencia de la
República apoyado en ese fallo aberrante, y en las Fuerzas Armadas.
¿Cuál
entonces podría ser el cambio que el país necesita y que Franco
reivindicó en su promesa electoral? ¿Acaso podía ser otro que el
relevo del usurpador? La gente votó a Franco para que cumpla su
promesa de cambiar el país, y el cambio solamente puede comenzar
cambiando a González Macchi.
Algunos,
que juegan con cartas marcadas, quieren hoy cambiar las cosas y
hacer que Franco incumpla su promesa para poder negociar con González
Macchi una continua presencia colorada. Querían utilizar a Franco
para desalojar a los argañistas, y ahora quieren utilizar a González
Macchi para neutralizar el triunfo de Franco. Una jugada hábil, que
no proviene del oviedismo sino de algún sector de la llamada
Convergencia Colorada.
La
postura de Franco hasta ahora no es bien clara porque probablemente
está esperando que termine la ordalía del recuento de los votos
que han sido contados ya cuatro veces. Pero cuando ello ocurra, no
puede olvidarse de que llegó al triunfo electoral a caballo de una
palabra mágica: Cambio.
Fueron los oviedistas los colorados que más contribuyeron a su
triunfo. Con ellos debe hacer una alianza efectiva para consolidarlo
y dar la batalla final. Y la batalla final es llegar ahora y
enseguida, a la presidencia de la República, para hacer de
inmediato los cambios que el pueblo necesita, que el ofreció
realizar y que el pueblo aceptó con sus votos.
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