Para
resolver el problema paraguayo es indispensable reformar la
Constitución. Ahora quiero ser preciso en lo que se refiere a qué
reformas son las que deben hacerse.
Primero
hay que definir lo que es el Paraguay. Debe ser una República
democrática representativa y nada más que eso. Debe ser una República
descentralizada. Y sobre todo, debe tener un sistema electoral,
basado en la misma Constitución, que prohíba el sistema de
representación proporcional. Hay que eliminar el Consejo de la
Magistratura y la elección de Ministros de la Corte Suprema debe
ser hecha directamente por el Poder Ejecutivo con acuerdo del
Senado. Los jueces deben ser elegidos mediante examen de
oposiciones, y los Tribunales y las Cámaras integrados con los
jueces mejor calificados a lo largo de un período de por lo menos
diez años. Todos los magistrados y ministros deben ser inamovibles
y vitalicios. El jurado de enjuiciamiento de magistrados debe ser ad
hoc e integrado por abogados de la matrícula sorteados para el
caso. La descentralización debe ser real, y los impuestos deben ser
percibidos en los Departamentos, debiendo éstos girar el 10% al
gobierno central, que debe ser pequeño y limitado. El
Congreso debe ser constituido por mitades en elecciones a mitad de
mandato, y los fueros de los congresistas deben alcanzar solamente a
su actividad como tales. Los subsidios electorales deben desaparecer
y también las senadurías vitalicias. Debe haber un mecanismo de
disolución de las Cámaras y el llamado inmediato a elecciones en
caso de conflicto de poderes y un sistema de referéndum y
plebiscitos vinculantes para determinados actos. Se debe hacer
desaparecer la banca central y establecer las condiciones para la
dolarización o internacionalización de la moneda. Se debe penar
con penas severísimas el déficit fiscal y declarar disuelto de
hecho al Congreso que apruebe un Presupuesto deficitario.
La
interpelación ministerial debe ser vinculante, y el juicio político
debe ser mejor diseñado. Debe haber una Corte de Casación para los
casos de errores y prevaricatos de la Corte Suprema y un sistema de
enjuciamiento político automático para los casos de fallos contra
la ley.
La
Constitución debe reforzar el poder del individuo y debilitar en lo
posible el poder del gobierno y del Estado. En las cuestiones
económicas se debe establecer el imperio de la libertad.
Se
debe penar la usurpación de manera inequívoca y establecer con
claridad el derecho de rebelión contra gobiernos que violen la
Constitución.
Con
una Constitución delineada sobre esos términos, sobre todo con el
criterio de libertad primando absolutamente sobre el de autoridad,
el país cambiará radicalmente y podrá desarrollarse, como ocurrió
en el pasado con la Constitución de 1870.
Lo que se necesita es volver al republicanismo y al
liberalismo, para obtener una democracia estable y funcional.
Mientras
esta reforma no ocurra, el Paraguay seguirá el camino desesperante
que sigue desde 1940, cuando fue instaurado el régimen de la tiranía
y el autoritarismo en el país, con la nefasta Carta de aquel año.
Existe la esperanza de que el cambio suceda pronto porque el país
ya ha tocado fondo.
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