En
el Paraguay el deporte más difundido, después del fútbol claro
está, es el acusar sin fundamento. El argumento al hombre es el más
empleado cuando no el único- en cualquier discusión, aunque a
veces se utiliza, también para denostar, el argumento de autoridad.
La paraguaya es, todavía, una sociedad católica.
Si
bien el argumento al hombre viene del principio de la historia
nacional, y el argumento de autoridad se remonta a la Inquisición
española, en el Paraguay nunca se había utilizado, con la magnitud
de hoy, el operativo de prensa, es decir, la utilización de los
medios para difundir una falsedad. La prensa política paraguaya
porque salvo el interregno de La Tribuna de los años de dictadura
la prensa era esencialmente política y no informativa siempre
fue denostativa y panfletaria, cargada de emoción y odio, pero
actuaba en compartimientos rigurosamente estancos.
Una
falsedad difundida por la prensa colorada no era repetida ni
rebotada por la prensa liberal y viceversa. Los operativos de
prensa, con alcance nacional e internacional, comenzaron con Juan
Carlos Wasmosy, el hombre que acumuló una singular fortuna con la
construcción de la represa de Itaipú primero y con la presidencia
de la República después. Wasmosy tiene dinero para comprar la
prensa argentina, brasileña y hasta estadounidense. No a toda la
prensa, sino a periodistas que
conocen el juego y saben hacerlo valer.
El
caso de Lino Oviedo es típico. En 1996 protagonizó un episodio que
puede ser calificado como insubordinación. Wasmosy lo convirtió en
un golpe, y a pesar que luego se rectificó y concedió el retiro
con honores a Oviedo, colgó, internacionalmente la etiqueta de
golpista al militar. El 1997, cuando Oviedo ganó la
candidatura presidencial, Wasmosy lo anuló haciéndolo condenar a
diez años de prisión por golpista. Hoy toda la prensa
mundial llama golpista a Lino Oviedo, no por el golpe contra
la dictadura de Stroessner de 1989, sino por el inexistente de 1996.
Una acusación falsa hábilmente difundida se convirtió en una
condena real.
El
1999 Wasmosy acusó a Oviedo, por medio de sus periodistas, de ser
el autor moral del asesinato del Dr Luis María Argaña. Toda
la acusación se basa en la declaración de un testigo
comprobadamente falso, Gumersindo Aguilar. Sin embargo, la hábil
campaña de prensa, a nivel internacional, ha hecho que los países
del mundo miren a Lino Oviedo como un asesino despiadado.
Para
dar cierre a la conspiración que organizó durante todo el año
1998 Wasmosy acusó a Oviedo de las muertes producidas en un
enfrentamiento en la Plaza del Congreso. A raíz de esa acusación
comprobadamente falsa Oviedo estaba preso en ese momento se
desató una campaña de prensa de tal magnitud que hoy Oviedo es el
masacrador de jóvenes de la Plaza. Y se encuentra preso en el
Brasil, a punto de ser extraditado.
Pero
Wasmosy no se ha detenido allí. Ahora, con la documentación
provista por el libro escrito por un periodista, basado en simples
recortes de la propia prensa de Wasmosy, que nunca han tenido
fundamento serio, se ha logrado que una Comisión de congresistas
del Brasil acusen a Oviedo de traficante de drogas y armas y
se le adjudique una fortuna de 1.000 millones de dólares.
Para
muchos paraguayos, acostumbrados a aceptar cualquier acusación sin
análisis alguno, Oviedo es Satanás y están dispuestos a quebrar
cualquier principio con tal de eliminar al diablo. Y los que piden,
cada día con mayor timidez, abrumados por la magnitud de la
conjura, que se juzgue a Oviedo mediante el debido proceso, pasan a
ser demonios maldecidos, sin posibilidad de redención.
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