Este
gobierno tiene origen espureo. Es ilegítimo porque proviene de un
golpe de estado dado por el Poder Legislativo que forzó, violando
todas las leyes imaginables, una parodia de juicio político y la
renuncia del presidente constitucional electo el 10 de mayo de 1998;
es usurpador porque el sucesor interino se ha convertido, por obra y
gracia de un fallo inconstitucional en sucesor designado
definitivo, y es un desastre porque no se trata en realidad de un
gobierno sino de una pandilla que se ha lanzado sobre la caja fiscal
para vaciarla en provecho propio.
Este
gobierno no tiene rumbo, porque una pandilla dedicada al saqueo no
puede fijar políticas de ninguna clase, salvo las de ver como robar
más.
No
puede pues cumplir ninguna de las promesas hechas, no al pueblo que no
fue consultado, sino a los organismos internacionales, que le dieron
patente, no de legitimidad que es imposible sino de permanencia e
impunidad.
Este
gobierno no tiene perspectivas porque no tiene gente pensante ni
honesta. Dedicado al saqueo no puede analizar la situación mundial
actual y fijar la posición paraguaya para ver cómo insertarse con
ventajas.
Dentro
de este terrible panorama se debate un pueblo cada día más
pobre,
cada día más miserable, cada día más quebrado. Y digo que se
debate porque tiene la debilidad intrínseca de los pueblos pobres:
Carece de dignidad y de fortaleza como para levantarse y reclamar sus
derechos.
Este
gobierno no tiene perspectivas además porque no existe una elite política
capaz de enderezar el rumbo. No hay uno solo de los protagonistas
actuales que no haya estado inmerso en el golpe contra la democracia,
la Constitución y el estado de Derecho y no sea culpable, después,
de incuria, negligencia e inutilidad.
El
estado general del país es aterrador. La caja fiscal se halla
desfondada y nadie, absolutamente nadie, contribuye de buena gana. La
enorme evasión fiscal debe atribuirse, sin duda alguna, a la
desconfianza que genera el gobierno. La falta de inversiones hace que
la crisis económica se vaya profundizando cada vez más, y la
ilegitimidad del gobierno hace que ni siquiera los organismos
internacionales cómplices se atrevan a darles dinero a crédito.
Este
gobierno no hará reformas porque no puede hacerlas; su
ilegitimidad lo convierte en víctima de cuanto sindicato se
forme en cualquier
parte,
y su deshonestidad visceral hace imposible que se tomen medidas que
por lo menos hagan de paliativo.
Por otra parte, no hará reformas porque aún si fuera legítimo
y aún si fuera honesto, es profundamente ignorante y no tiene la
menor idea de lo que se habla cuando la conversación se refiere a
reformas de fondo y reactivación económica.
Analizadas
una a una las personas que hoy manejan el gobierno, se encontrará que
son absolutamente inapropiadas para gobernar, y mucho, muchísimo
menos para definir y orientar los cambios que necesita el Paraguay
para insertarse en el mundo globalizado y competitivo de hoy.
Se
trata de una crisis terminal de la que el Paraguay no saldrá fácilmente,
y probablemente tampoco dentro de un futuro cercano. Si un mago
decidiera acabar hoy con el gobierno y poner en su lugar a los mejores
y más capaces, pasaría un largo tiempo de privaciones y dolorosos
ajustes antes de que sobrevenga la reacción. |