Poco
a poco, las peores presunciones acerca del Dr. Julio César Franco
y su entorno cercano, van pasando de la sospecha a la
realidad. El último acto protagonizado por Armando Espínola, uno
de sus consejeros más cercanos y el que busca los medios
financieros para respaldar su campaña, casi se ha convertido en la
evidencia palpable que Franco es un hombre más del Ing. Juan Carlos
Wasmosy.
El
día del juramento del Dr. Franco en el Banco Central del Paraguay,
todos los liberales huían de Wasmosy como de la peste, y nadie se
explicaba porqué había sido invitado a la ceremonia. Armando Espínola
fue el único que se acercó a Wasmosy y se puso a conversar con él
en un aparte, lo que hizo sospechar que allí había gato encerrado.
Durante la campaña de Franco para las elecciones del 13 de agosto
se había dicho que Wasmosy era uno de los aportantes y que Franco
no haría honor a las promesas electorales que lo habían hecho
triunfar sobre Félix Argaña.
Los
liberales no creyeron en lo que estaban viendo porque en realidad
no querían creer.
Espínola
fue el primero en afirmar que el Dr. Franco no reclamaría la
presidencia de la República, cargo para el que había sido electo.
Y nadie en el PLRA atribuyó esa postura a una cuestión de entrega
previa, sino que se supuso que era una especie de estrategia para
recibir la investidura vicepresidencial sin problemas. Pero a medida
que pasaba el tiempo, y con el Dr. Franco mostrándose cada día más
remiso a exigir lo que el pueblo le había dado y otro estaba
usurpando, los liberales comenzaron a sospechar que el juego no había
sido limpio.
La
actitud de Espínola con referencia al desafuero de Wasmosy vino a
despertar a todos los que pensaban que la actitud de Franco era
debida a la prudencia, y no a la negociación previa. Hoy caben
pocas dudas acerca de la verdadera naturaleza del problema.
Wasmosy,
como es habitual en él, jugó a dos puntas, y como tiene dinero de
sobra que le cayó encima gracias al negociado de Itaipú, lo hizo
en forma hábilmente calculada por sus estrategas. Franco , con las
enormes necesidades que arrastraba, no era rival para ellos. Y Espínola
mucho menos.
Cuando
Espínola cayó, enredado en su propia incompetencia, Franco apareció
para disculparlo. Por lo visto no puede dejar de auxiliar a su compañero
y está tan comprometido con Wasmosy como él. La tumba
política de Espínola ya se ha abierto, porque los liberales
no le perdonarán lo que hizo; la de Franco está a punto de
abrirse.
Dije
en un artículo anterior que es muy posible que las tumbas que se
abran ahora sean faraónicas, es decir, que se encuentren llenas de
riquezas, y que quienes desciendan a ellas lo hagan con mortajas
doradas. Es lamentable que una persona que tenía un futuro político
brillante lo haya dilapidado en menos de sesenta días.
Espínola siempre ha sido un torpe en política y lo ha demostrado
con su última actuación. Ni siquiera supo encubrir sus pasos y se
enredó solito. Quedó expuesto ante las luces, desnudo. Pero Franco
debió de ser más inteligente. Por lo visto, lamentablemente, el
compromiso es demasiado grande, tanto que no se ha podido romper, ni
siquiera para salvar el pellejo.
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