Luis
Ángel González Macchi, como lo sabe ya todo el mundo, llegó al
poder a caballo de una conspiración muy bien urdida por el comité
de inteligencia del wasmosismo - Juan Carlos Galaverna, Carlos
Podestá, Juan Ernesto Villamayor - y la gente de acción del argañismo
- Walter Bower, José Alberto Planás - y sus secuaces lainistas -
Luis Guanes Gondra, Franklin Boccia, Lincoln Alfieri. Esta
conspiración, como se ha comprobado en forma indudable, estuvo
apoyada desde el comienzo por los Estados Unidos de América
,mediante Peter Romero, Maura Harty y Stephen Mc Farland.
A partir del día que se hizo cargo del poder, el Dr. Luis Ángel
González Macchi comenzó a realizar una serie de actos que hubiera
terminado con su posición en cualquier otro país del mundo: Escándalos
sexuales de los más diversos, con modelos livianas, realizados en
Brasil, Argentina y España; permisividad absoluta para la corrupción
y, finalmente, la degradación total:
La
venta al estado paraguayo de un auto robado en el Brasil que sus
amigos le habían regalado. No menciono las comisiones cobradas sin
pudor alguno, como las que cobró a raíz de la construcción del
Hospital Militar, que
alcanzaron,
según su propia y pública confesión, cuatro millones quinientos
mil
dólares.
La
conducta de Luis Ángel González Macchi en realidad no sorprende a
nadie; era así antes de llegar al poder y no había razón para
pensar en que podría variar, lo que sorprende es que nadie, en el
mundo, se sienta asqueado de compartir con él un sitio cuando se reúnen
los supuestos honorables estadistas y políticos.
No
me sorprende, porque conozco el paño, que los paraguayos no se
muestren alterados por la conducta de González Macchi. La corrupción,
según una encuesta que gusta exhibir cada vez que puede Adolfo
Ferreiro, no significa nada para el noventa y ocho por ciento de los
paraguayos. Solamente un dos por ciento se siente incómodo con ese
tema.
La
conducta política de González Macchi tampoco es nueva. Los
paraguayos hemos vivido una larga dictadura que no tiene ninguna
diferencia con la actual, salvo en que en esta , para disfrazarla
mejor, se puede hablar.
Los
políticos adversos son perseguidos con saña y torturados sin
piedad, pero no como antes, bajo el imperio de la voluntad omnímoda
de un general, sino bajo la cobertura, también omnímoda de la ley
manejada por un juez. Los paraguayos, acostumbrados como estamos a
la injusticia y la arbitrariedad, no vemos nada malo en que se
persiga y se elimine a los que no piensan como nosotros.
No tendríamos que extrañarnos de la conducta de los
estadounidenses, brasileños y argentinos. Ellos quieren un
gobernante corrupto en el Paraguay para que sea títere de las políticas
que quieren imponer. Los estadounidenses tienen una larga historia
que contar acerca de las tiranías paraguayas - desde Higinio Morínigo
hasta la fecha - así como los brasileños y argentinos.
González
Macchi, constituye el mejor gobernante paraguayo que pudieran haber
soñado; hasta ladrón de autos ha resultado ser, lo que lo pone
atado de pies y manos a merced del gobierno de Fernando Henrique
Cardoso.
Si a González Macchi no se le ocurre vender Itaipú, los
argentinos no dirán nada. Cuando se anunció en el Brasil que Itaipú
podría ser vendida, los argentinos inmediatamente acusaron a González
Macchi de ilegítimo, calificación que ostenta desde abril de 1999.
González Macchi, consciente que los argentinos se pueden poner
nerviosos, se apresuró a desmentir la posible venta, que los
brasileños dan por descontada.
¿Y Estados Unidos? El gran paladín de la democracia sigue
manifestando, por boca de su Embajador David Grenlee, que González
Macchi es legítimo y se comporta conforme a los cánones de la
democracia jeffersoniana. Miente con toda la boca y más, pero como
es el Embajador de los Estados Unidos de América, el mundo hace
como que le cree. España, por ejemplo, quiere vender cosas
invendibles al Paraguay por valor de cien millones de dólares y no
quiere fracasar otra vez como con el asunto de las lanchas
patrulleras.
Para
España, entonces, el gobierno paraguayo es legítimo y democrático.
Los paraguayos democráticos - que somos muy pocos
seguiremos esperando el amanecer democrático. Creo que esperaremos
mucho.
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