EL GOLPE MILITAR
Alberto Vargas Peña (miembro de la Fundación Libertad)
A once años de la caída violenta de la dictadura de Alfredo
Stroessner, el pueblo empobrecido y desesperado, clama por un golpe militar. Y lo peor de
todo es que no le importa si ese golpe se hace para restaurar la democracia perdida en
1992, o para consolidar la nueva dictadura.
El Paraguay se encuentra en una situación desesperada. El gobierno es
ilegítimo y usurpador, según los artículos 1, 227 y 234 de la Constitución; la Corte
Suprema de Justicia prevarica abiertamente para mantener una situación política
insoportable; la economía se ha hundido y una pandilla de bandoleros se hizo cargo, sin
ocultamiento de ninguna clase y con una impunidad total, de la caja fiscal.
Los dirigentes políticos, enfangados , se prestan a toda clase de
arreglos espureos, con tal de embolsarse algunos dólares y seguir algunos días gozando
del sibaritismo que les otorga el poder.
El Congreso no responde al clamor del pueblo, al que dice representar.
Los partidos políticos, divididos, tienen luchas internas feroces que
no les permiten desarrollar ninguna política capaz de sacar al país de la caída libre
en que se encuentra.
El Tribunal Supremo de Justicia Electoral es parcialista y responde
abiertamente a los intereses del mayor ladrón que ha conocido el Paraguay, el Ing. Juan
Carlos Wasmosy.
Todo está trastocado, ya nada funciona. La democracia fue tergiversada
adrede, para implantar la nefasta partidocracia, que ahora está haciendo tocar fondo al
país. ¿Entonces, como se puede condenar a un pueblo desesperado, si pide un golpe
militar que ponga abrupto fin a todo esto?
Si sirve de principio para restaurar la libertad y la democracia
pero en serio yo también voto por el golpe militar.
Yo creo que lo único que puede salvar a este país es una salida
inmediata del senador González Macchi del gobierno que usurpa, y que el gobierno
provisional llame a elecciones generales, como máximo, para dentro de noventa días.
Eso significa que yo pienso que hay que cambiar todo, no solamente
llenar la vacancia de la presidencia. Hay que elegir Congreso nuevo; hay que elegir Corte
Suprema nueva y Tribunal Superior de Justicia Electoral y destruir todos los mecanismos
que hicieron posible la partidocracia. No creo que haya soluciones intermedias.
Y para alcanzar ese objetivo, las elecciones generales inmediatas, una
de las salidas a mano es, lamentablemente, el golpe militar.
Es posible también, si uno tiene la ingenuidad de creerlo, que el
senador González Macchi abandone el Palacio de Gobierno motu proprio y entregue el
interinato al sucesor constitucional, que es el presidente de la Cámara de Diputados.
Entonces habría una salida pacífica, ordenada, hacia la restauración
plena de la democracia. Pero dudo mucho que ello suceda. Los usurpadores no suelen
mandarse a mudar por propia iniciativa, sino a cañonazos. Y González Macchi es un
usurpador.
Una cosa es considerar que el golpe militar es una de las salidas que
tiene el país, y otra, muy distinta, es que haya posibilidad cierta de ello. ¿Hay algún
militar confiable y con prestigio suficiente para llevar adelante tal patriada? Yo, por lo
menos, no tengo la respuesta.
Y, para peor, detrás del usurpador está la cara caprina del Tío Sam
que para defender los negocios de Mark Jimenez que parecen ser también los de
Peter Romero y hasta de Clinton amenaza continuamente al Paraguay con su
intervención.