Itamaraty
sabe lo que hace. Es, con seguridad absoluta, el único Ministerio
de Relaciones Exteriores de Latinoamérica que tiene una definida
política exterior, y la cumple a despecho de los cambios de
gobierno.
El
Brasil tiene objetivos a largo plazo que son permanentes y que si se
examina la historia sudamericana, desde los días dl Tratado de
Tordesillas hasta hoy, se verá que el designio es imperial y
bioceánico.
La
expansión brasileña es clara y se realiza pacífica o
violentamente según sea el caso, y no ha retrocedido un solo
centímetro a lo largo de los siglos. El enano se convirtió en
persona normal y la persona normal en gigante, sigue creciendo
buscando llegar al Océano Pacífico.
El
Paraguay es uno de los países que detiene su expansión y, por
consiguiente, la política del Brasil con el Paraguay es ahogarlo
con un abrazo de amigo o descabezarlo de una trompada.
El
gobierno paraguayo es hechura de una combinación extraña: Estados
Unidos, Brasil y Argentina se coaligaron para derribar el gobierno
legítimo del presidente Raúl Cubas - 54% de votos favorables en la
elección de mayo de 1.988 -y pusieron en su reemplazo al gobierno
ilegítimo y usurpador de Luis González Macchi.
En
el caso de Argentina el procedimiento fue inexplicable, porque no
ganaba absolutamente nada, pero en el caso de los Estados Unidos y
del Brasil fue otra cosa. Clinton quería preservar los negocios de
Mark Jimenez - que eran sus negocios - y el Brasil tener un gobierno
títere en el Paraguay.
Brasil
ahora tiene prisionero al Gral. Lino César Oviedo, el principal
enemigo de los negocios de Mark Jimenez - por la razón que fuere -
y el principal opositor a la expansión incondicionada del Brasil a
través del Paraguay.
Ese
prisionero, es un naipe valioso. Como Oviedo es además el principal
líder de la oposición paraguaya y el que tiene mayor cantidad de
votos propios - 30% del total según la última encuesta general
publicada por la prensa paraguaya - es u naipe que hace temblar al
gobierno paraguayo, cuya corrupción es tal que no tiene más
remedio que intentar mantenerse en el sitio por cualquier medio o ir
a terminar en la cárcel.
El
gobierno paraguayo tiembla ante la sola idea de que Oviedo pueda
regresar al Paraguay, aunque sea en una jaula.
El Brasil, cada vez que quiere algo del
gobierno paraguayo, muestra el naipe de Oviedo. ¿Quiere apoyo para
sus automotores? ¿Quiere energía de Itaipú? ¿Quiere evitar zonas
francas en Ciudad del Este? ¿Quiere reducir el embalse de Itaipú?
¿Quiere recibir energía de Yacyreta, paraguaya vendida por los
argentinos?
Todo
lo consigue, gratuitamente, mostrando la carta de Oviedo. Ahora ha
establecido claramente otra amenaza: Si Oviedo no es refugiado
político debe continuar el proceso de extradición, y si continúa,
puede terminar en sobreseimiento. El gobierno paraguayo no se
engaña con respecto al status de "refugiado político".
Por eso está temblando, y seguramente dispuesto a
ceder en lo que le pidan los brasileños. Itamaraty sabe lo que
hace. La pregunta es, ahora que ha sido exhibido otra vez
el naipe de Oviedo: ¿Que exigirán los brasileños ahora?
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