Alguna
gente repite el discurso remanido, que expresa que la
vicepresidencia de la Rca. es un cargo-florero, que no tiene
la menor importancia y que, por tanto, uno debería quedarse en su
casa el 13 de agosto.
Dice
también que las elecciones son caras y que mejor sería que no
existiese el cargo de vicepresidente o que fuera llenado mediante un
simple acto administrativo, realizado tal vez por la Corte Suprema
de Justicia. Y hay un senador que ha afirmado, siguiendo la línea
que en el pasado destruyó la Constitución de 1870, que los
vicepresidentes para lo único que sirven es para conspirar
contra los presidentes.
La
Vicepresidencia no es un cargo-florero sino una importante e
indispensable rueda de recambio. En toda sociedad, desde la más
simple a la más compleja debe haber un orden para cubrir las
vacancias y las acefalías.
Lleve
el título de Vicepresidente o no, siempre hay un segundo de abordo
en el gobierno de los países, que puede completar un mandato o
interinar hasta que se elija un reemplazante. En la Carta fascista
de 1940, el reemplazante interino inmediato era el Ministro del
Interior, quien debía convocar , como presidente provisional, al
Consejo de Estado y la Cámara de Representantes a Asamblea Nacional
para elegir el presidente, salvo
que la vacancia se produjese dentro de los dos primeros años
del mandato, en cuyo caso el presidente provisional debía llamar a
elecciones dentro de los dos meses.
Un
sistema enrevesado que produjo la presidencia de Higinio Morínigo
Martinez a la muerte de José Félix
Estigarribia. De hecho estaba previsto el reemplazo y quien
era el primer reemplazante.
Las
elecciones , es cierto tienen un costo, pero no son caras. Son
la única expresión válida de la voluntad del pueblo, en una
democracia. Mucho más caro es, para el pueblo, no tener elecciones.
Y aún no existiendo el cargo de vicepresidente, siempre hay alguien
encargado de suplir la ausencia o la vacancia y siempre, en
definitiva, se llega al estadio de la elección, a no ser que se
prefiera un gobierno no democrático.
Tal
vez el senador Burró prefiera el sistema hereditario, y de hecho,
al apoyar la candidatura del hijo de Luis María Argaña lo está
aceptando.
El
Paraguay tuvo, durante la vigencia de la Constitución de 1870
sesenta y seis años vicepresidentes que conspiraron y
vicepresidentes que no conspiraron. Tuvimos en el Paraguay, desde
1811, personas que conspiraron, siendo cualquier cosa, desde simples
civiles sin cargo público alguno a generales llenos de entorchados.
El
argumento del senador Burró es muy endeble, prácticamente
infantil. Durante la
vigencia de la Carta de 1940 veintisiete años
conspiró prácticamente todo el mundo. Y lo mismo se puede
decir durante la vigencia de la Constitución de 1967 que duró
veinticinco años-. De modo que no es el
cargo de
vicepresidente el que induce a la conspiración. Es la falta de
legitimidad y de libertad. Cuando no se permite votar se induce a
conspirar.
Todo
viene a cuento porque el 13 de agosto habrá elecciones para elegir
vicepresidente. Pero el 13 de agosto del 2.000 no se elegirá
simplemente un vicepresidente. Se juzgará un gobierno. Un
gobierno que está allí en forma inconstitucional e ilegal. Un
gobierno que es usurpador e ilegítimo.
Ocurra
lo que ocurra el día después, el día 13 de agosto el pueblo
paraguayo estará haciendo conocer su voluntad, ya sea votando por
la democracia o votando por la dictadura. Lo que ocurrirá el 13 de
agosto es algo mucho más importante que poner en su lugar la rueda
de recambio. Se estará definiendo si los paraguayos serán libres y
por tanto podrán progresar, o serán oprimidos, y por tanto estarán
condenados a la pobreza y la miseria.
Yo
votaré por la democracia ese día. Independientemente del color que
me agrada o los proyectos que me desagradan, votaré para que
los paraguayos
tengan el derecho
de elegir sus autoridades. Y no me asustarán las voces de la
barbarie- como las de Bader Rachid Lichi o Juan Carlos Galaverna-
que anuncian venganza armada y el retorno de los py nandí.
(pies descalzos, denominación de los milicianos colorados en la
guerra civil de 1947) Ese día pondré mi voto en la urna para
refirmar mi condición de ciudadano libre y demócrata.
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