Resulta
que el usurpador de la presidencia paraguaya, senador Luis Ángel
González Macchi, tuvo la ocurrencia de gastar unos cuantos miles de
dólares del Tesoro paraguayo en un paseo en yate en Miami, a su
regreso de la cumbre realizada en Canadá, donde no fue escuchado ni
siquiera por los porteros del sitio de reunión. Como el consulado
paraguayo no los tenía, recurrió a su amigote Juan Manuel Ávila,
que casualmente había recibido dieciseis millones de dólares
americanos escamoteados de los bancos Unión y Oriental para la
Fundación de la abuela del usurpador, Lola de Miño.
El Sr. Ávila, requerido por el amigo, firmó el contrato de
alquiler del yate y por supuesto lo pagó - y el usurpador se
pudo dar el gusto de surcar las verdes aguas del Golfo de México
que bañan las playas de Miami.
El secretario y vocero de la presidencia de la República,
Sr. Jaime Bestard ha pretendido hacer creer que el usurpador
"no conoce a Ávila" y que "no sabía porque firmó
el contrato del alquiler del yate".
Aparentemente el Sr. Bestard cree que todo el mundo es idiota
en el Paraguay - siguiendo la luminosa opinión de Gaspar França -
y que puede tragarse ese verdadero disparate. Ya ingresó con las
velas desplegadas en esa región cuando pretendió hacer creer que
el presidente de la República "no sabía" que sus
allegados directos - su padre, su hermana y su hermano - estaban
tramitando una operación de alto rendimiento con dinero ajeno, y
que "no sabía" que sus subordinados de confianza, el Dr.
Washington Ashwell y el Dr. Julio González Ugarte estaban metidos
hasta el cuello en el chanchullo.
La presencia de Ávila, el mayor beneficiario del ilícito
que convirtió en humo los dieciseis millones de dólares de los
bancos Unión y Oriental, en la tramitación del contrato de
alquiler del yate y el aporte de cinco mil dólares que costó, habría
sido de pura y milagrosa casualidad. Un paraguayo generoso que quiso
que el presidente - usurpador - de su país tuviera un día de ocio
después de la ardua tarea realizada en Canadá, donde conversó con
el portero del cine adonde fue a matar el tiempo que le sobró
porque ningún presidente de América quiso siquiera dirigirle la
palabra.
González
Macchi necesitaba pasar un día en el mar para meditar acerca del
hambre en el Paraguay y los graves problemas de su economía, y el
generoso Sr. Ávila le proporcionó ese espacio de solaz.
La verdad es que González Macchi conocía y conoce a Ávila
y que Ávila fue el destinatario de dieciseis millones de dólares
robados por la administración pública - gente del Banco Central
del Paraguay - a los acreedores y accionistas de los bancos Unión y
Oriental. ¿Por que lo niega, si el conocimiento no comprueba nada
criminoso? Uno puede especular que lo niega porque tiene que mentir,
y si tiene que mentir es porque la verdad puede perjudicarlo.
Nadie puede decir, todavía, si Ávila y González Macchi se
reunieron en
Miami
antes del viaje de placer del usurpador o después, pero nadie puede
negar que si Ávila pagó el viaje es porque se trataba de amigos
con ganas de divertirse. Y los amigos se conocen.
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