Si
uno recorre la historia del ser humano, y la de las naciones, ve, de
pronto, como surgiendo de un relámpago, la verdad. Brilla un
instante en el pensamiento y luego se extingue, antes que uno pueda
asirla y comprenderla completamente.
Algunos
hechos históricos hacen más brillante el relámpago y poco se va
completando el rompecabezas. Entonces uno comprende que el ser
humano, al intentar organizar una sociedad, creó un monstruo de mil
cabezas: El gobierno.
He constatado a través de muchos episodios que el ser humano
ha creído conveniente relatar, que nunca o casi nunca los intereses
del gobierno coinciden con los de la sociedad que lo sufre.
Ya
sea un gobierno unipersonal o uno colectivo, ya provenga de Dios o
de la elección de sus iguales, el gobernante, situado en su función,
de inmediato adquiere un perfil nuevo, diferente, que lo hace
utilizar la obediencia como la herramienta principal para obtener
sus propios objetivos.
Los
millares de objetivos de los seres humanos son dejados de lado, como
escoria, para dar paso al objetivo de unos pocos, que los disfrazan
de "supremos".
Winston Churchill dijo de la guerra de 1914 que era la
"guerra innecesaria" - cita de Edgard Black en su libro
"Churchill" - Veinticinco millones de personas fueron a la
hecatombe y murieron en cinco años de guerra porque a una sola
persona, el Kaiser Guillermo, se le ocurrió que Alemania debía
estar sobre todo.
Esa
guerra no tenía razón de ser y pudo haberse evitado, como se pudo
haber evitado la Segunda Guerra Mundial. Los gobiernos no lo
permitieron.
Uno
se pregunta que ganaron los jóvenes alemanes, ingleses, franceses,
italianos y estadounidenses destrozados en los campos de batalla de
Francia. A los veinte años todo estaba igual, solo que ellos ya no
estaban.
El
objetivo del Kaiser no se cumplió, como no se cumplió el de Hitler
y Alemania no desapareció, ni desaparecieron Francia, Inglaterra o
Estados Unidos o Rusia.
La
gente murió antes de su tiempo porque a los gobiernos se les ocurrió
que los objetivos "supremos" estaban en juego.
Eso ocurrió con la guerra y sigue ocurriendo en los paises
del Medio Oriente. Uno creía que el ser humano había aprendido la
lección, pero estaba equivocado. Ahora el campo de batalla donde se
defienden "intereses supremos" es la economía, y son los
gobiernos los que conducen otra vez las sociedades al despeñadero.
Las sociedades no se desarrollan porque los gobiernos las
agobian. ¿Para qué se pagan impuestos? ¿Por que un funcionario ha
de decir que se producirá o que no se producirá? ¿Por que se paga
un tributo por exportar el fruto del trabajo propio? ¿Por que un
grupo de personas ha de determinar la conducta del resto? ¿Por que
hay que vivir en la pobreza mientras un grupo vive en la abundancia?
Porque
hay que mantener gobiernos, y los gobiernos tienden a hacerse más
poderosos cada vez, a costa de las sociedades. Cada paso que da el
gobierno para hacerse más poderoso, para ampliar sus facultades, es
un paso dado contra la humanidad.
Los
seres humanos no hemos aprendido nada. Allí está la historia,
mostrándonos con toda claridad el por qué de todas estas cosas. Y
no lo sabemos ver.
Cada
día que pasa el gobierno nos dice que tiene que ampliar su poder
sobre nosotros para alcanzar objetivos "supremos"
superiores a los nuestros propios, y nosotros no solamente no lo
derribamos, sino que le concedemos tal poder. Cuando no damos
cuenta, no somos dueños ya de nuestros zapatos.
El
gobierno ahora - y por el momento - nos esquilma y nos endeuda. Por
atender a objetivos que no tienen nada que ver con los nuestros,
hace de nuestras vidas un infierno y sume a miles de personas en la
pobreza. No creo que haya desaparecido el peligro que mañana nos
diga que para defender objetivos "supremos" haya que morir
en alguna confrontación absurda, fácilmente evitable.
Estas
razones me llevan a pensar, cada día con más convencimiento, que
el enemigo es el gobierno y al enemigo hay que encadenarlo.
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