EL REGRESO DEL
STRONISMO
Alberto Vargas Peña (miembro de la Fundación Libertad)
Hoy, tres de febrero del año 2.000, el stronismo, derribado a
cañonazos el 3 de febrero de 1989, se encuentra repuesto en el poder, gracias a la
Embajada de los Estados Unidos de América, a Domingo Laíno y a Guillermo Caballero
Vargas.
La muerte de los soldados que dieron su vida por la libertad de los
paraguayos, y por la instauración de un sistema democrático de gobierno, ha sido en
vano. Traicionados por los políticos, que en 1992 sembraron las semillas de este retorno
nefasto, deben estar mirandonos desde arriba, lamentando haber ofrendado sus vidas para
nada.
Todos los grandes ladrones del stronismo siguieron robando desde el
mismo inicio del gobierno constitucional. El primer presidente civil fue el hombre que
mayores beneficios recibió del "anciene regime" y, por supuesto, quien más se
benefició con el nuevo.
Y detrás de Juan Carlos Wasmosy, aparecieron todos los stronistas a
seguir el innoble festín que los convoca, desde hace décadas, a expensas del noble,
sufrido e irredento pueblo paraguayo.
Hoy es una fecha digna de ser recordada, porque por un instante, a la
luz de los relámpagos de los cañones, se creyó que el Paraguay podría verse libre de
esta casta que lo corroe; con el eco de los disparos y el fragor de la batalla, se creyó
que el stronismo eran una mancha que desaparecería para siempre, lavada con la sangre de
valientes oficiales y humildes soldados.
Pero fue un relampagueo fugaz, una ilusión de los sentidos, que
creían lo que querían creer y se negaban a ver la realidad. Los que deseaban reemplazar
a Stroessner manteniendo su sistema se acoplaron en seguida a las filas de los
triunfadores, y éstos, en su inmensa ingenuidad, creyeron que había dado, por fin, la
libertad y la democracia al Paraguay.
Pero allí, agazapados y planificando su inserción en el nuevo regimen
estaban los Argaña, los Laíno, los Caballero Vargas, los Callizo, los Fernandez
Estigarribia, los Riquelme, los Rachid Lichi, toda la caterva de políticos que no se
sacian jamás .
Hicieron una Constitución a su medida, para que un pequeño grupo de
bandoleros pudiera alzarse con todo el poder del estado, y, mientras duraba la euforia del
pueblo que creía rotas sus cadenas, trabajaban para imponer nuevos grillos y hacer nuevos
despojos.
Hoy, a once años de la gesta que se creyó que traería bonanza para
el pueblo, hay quienes extrañan la dictadura porque fueron traicionados por aquellos que
hablaban de democracia. Pero hay que decir que era solo un discurso vacío; esa gente
jamás fue demócrata.
Como uno de los que alertó enseguida contra esos políticos que jamás
creyeron en la democracia, me creo con derecho a escribir lo que escribo. El placer de
entonces no me impidió ver el peligro que corríamos con Laíno y sus secuaces; hoy
lamento en el alma no haberme equivocado.
América del Sur tendría que tomar ejemplo de lo que nos ocurrió a
los paraguayos, porque estas cosas tienden a ser copiadas. Los pueblos tienen que aprender
que el enemigo es el político profesional, el que dice tener "vocación de
servicio", el que quiere intermediar para que las cosas se hagan, el que quiere
reemplazar al individuo por la masa.
Solamente entonces habrá libertad. Por eso admiro el esfuerzo de
Venezuela, para acabar con todos estos políticos corruptos, que han hecho de la América
del Sur, un continente rico, un erial de lágrimas, luto y habmbre.
Y los Estados Unidos de América, ese país que dice ser el defensor de
la democracia, ha sido la palanca para el retorno de estos malditos, y es la valla con que
se tropieza `para desalojarlos, como el tres de febrero de 1989, a cañonazos. Estados
Unidos de América es el país que condena a los paraguayos a ser esquilmados por ladrones
y oprimidos por tiranos.