El
PLRA , o mejor dicho los asesores del Dr. Julio César Franco, han
hecho una serie de pedidos al Poder Ejecutivo, todo dentro de la máxima
corrección, destinados a nada , emplazándolo para que la otorgue
dentro de un plazo de cien días. La serie involucra el pedido de
remover a los militares torturados que es toda la cúpula y
algunas intrascendencias de carácter económico.
El
vocero de Franco ha hecho hincapié en que se trata de un acto
constitucional y legal y responsable, demostrando la cara del niño
bueno, pacífico y ordenado que quiere que la maestra le dé un beso
por su aplicación.
Nada
de reproches por la ilegitimidad , la usurpación ni los desmanes
cometidos, ni los robos interminables. De eso nada. El PLRA de
Franco quiere que se vayan tres ministros, se abran varios jugosos
consejos que esperan ocupar ellos y que el Dr. González
Macchi, a quien no votó nadie, que es el fruto bastardo del golpe
de marzo de 1999, siga tan campante.
Y
quiere además que todo el mundo sepa que son alumnos aplicados, que
trajeron el guardapolvos sin ninguna mancha y que todo lo hacen según
en reglamento del colegio.
¿Para
esto ganó Franco las elecciones del 13 de agosto con el apoyo
esperanzado de todo el pueblo paraguayo? No. No las ganó para esto.
Las ganó para decirle a González Macchi que el pueblo decidió que
se fuera a su casa y que dejara el cargo para quien había sido
elegido. Y para hacer él los cambios que el pueblo quiere. Ahora el
Dr. Franco, para que nadie se enoje, habla de que los cambios se harán
si González Macchi tiene voluntad política y le da la gana
hacerlos, y si no, bueno, que el país se hunda.
Nadie
ha desperdiciado una oportunidad tan grande como la que ha tenido
Franco y nadie jamás ha sido tan injustamente premiado por la vida.
La inutilidad que ha demostrado y el fervor que pone para defender
al gobierno con el que se enfrentó y al que ganó con votos que
estaba lejos de tener propios o de soñar tenerlos, no tienen parangón
en la historia paraguaya. La felonía con que se comporta, olvidando
las promesas, adquiere dimensiones increíbles.
El
Dr. Franco es un niño bueno que no es capaz de sacarle el juguete
propio que un malandrín le robó. Con el dedo en la boca mira, con
sus ojos de buey manso y resignado, como el malandrín hace lo que
quiere. Y todavía le pide disculpas, mientras observa si su
guardapolvos sigue inmaculado.
¿Este
es un político? ¿Este es un liberal? ¿Esta es la esperanza del
pueblo? Por cierto que no. Esto es una mala pesadilla que tiene el
pueblo paraguayo, que no sale del infortunio.
Mientras los niños buenos piden perdón por existir, los
malandrines se están devorando al país.
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