El
24 de diciembre del 2.000 la noche de paz corrió un rumor
que luego fue confirmado a medias por el vocero del senador Luis
González Macchi: Había inquietud militar. Mis informante me
dijeron que el plan era la renuncia del senador González Macchi a
la presidencia que
usurpa, la renuncia del vicepresidente elegido, Dr. Julio
Cesar Franco, y la disolución de la Corte Suprema de Justicia, con
el objeto de llamar a elecciones generales y colocar un hombre de
Wasmosy, sí, Wasmosy, Juan Carlos Wasmosy, el ex presidente de la
República y el organizador de cuanto desafuero ha ocurrido en el país
desde 1993, en la presidencia
de la República.
Y
había que hacerlo rápido, antes que se vaya Peter Romero, el
hombre que William Clinton nombró como Subsecretario para Asuntos
Latinoamericanos del Departamento de Estado.
¿Se
trataba solamente de un rumor? Aparentemente no, porque el senador
González Macchi se puso a cambiar mandos militares, no muy
drásticamente por el temor de enojarlos, sino como si fueran
naipes, mezclándolos.
Esfuerzo
vano porque los mandos superiores responden todos, al unísono, a
Juan Carlos Wasmosy. Pero a Wasmosy y a esos mandos se les acaba el
tiempo. Al irse Peter Romero las fuerzas estadounidenses que los
respaldaban, le prestaban auxilio, los asesoraban y los entrenaban,
responderán a otro presidente y a otro Secretario de Estado.
El
rumor persiste y se habla de que se obligará a renunciar a González
Macchi el siete de enero, como un regalo del día posterior a la
festividad católica de los Reyes Magos. Y entonces se pondrá en
marcha el plan. De Franco no se teme nada, porque a la felonía
agrega la inutilidad y bastará con que le hablen por teléfono para
que renuncie.
Tal
vez Armando Espínola, su asesor wasmosista sea el que le diga que
su aventura política terminó y que el telón cayó
definitivamente.
Los
brasileños, me dicen, no desean que se cumpla en plan de Wasmosy. Y
los brasileros tienen mucho que decir en el Paraguay y lo vienen
diciendo, casi a voz en cuello, desde que entraron en la conspiración
para exiliar a Raúl Cubas, el último presidente constitucional
paraguayo del siglo veinte.
Los
americanos tienen nueva presidencia, y se espera que George Bush no
siga con la política de Clinton y sus secuaces. Argentina está
inmersa en un desastre descomunal. Dentro de este esquema serán los
brasileros los que lleven la voz cantante. Y tienen la carta de un
rehén importante para jugar cuando les plazca.
A
Wasmosy se le acaba el tiempo. La cárcel lo espera porque ya ha
hecho demasiado contra el Paraguay y el país entero está pidiendo
que se lo saque del juego. Su dilema se resuelve ahora o nunca, y
está por verse si ya es posible resolverlo, aunque tenga a su orden
a todos los generales paraguayos.
La
Corte Suprema de Justicia, que tanto ha hecho por entronizar y
sostener a este gobierno por todos los medios ilegales que supo
disfrazar, se encuentra ahora en la mira, y ya ha comenzado a darse
cuenta con que clase de Calígula están jugando. Es posible que
todos
sus pasos, de ahora en adelante, busquen proteger su
integridad y permanencia.
Wasmosy
está jugando su última carta. Espero que la muestre y pierda el
juego. Y reciba lo que merece.
|