Difícilmente
pueda encontrarse en los anales paraguayos un año peor que este
2000 que se acaba, en cualquier campo que se revise, a pesar de que
a finales de 1999 parecía que ese último año del siglo XX no podría
ser superado.
Desde
la marcha de la economía, que continuó su creciente deterioro sin
pausas a lo largo del año, hasta la de la vida
institucional, que siguió sin interrupciones su camino de
consolidación de un modelo de participación popular y derechos
civiles restringidos, pasando por los empeoramientos de las
situaciones de salud, educación e incluso la posibilidad de
transporte, afectada por la falta de mantenimiento de la
infraestructura vial.
En
el transe, muchas familias se quebraron, al no poder resistir las
tensiones a que fueron sometidas por la ostensible y acelerada
disminución de la calidad de vida.
La
incomprensión de los fenómenos que afectan a cada paraguayo impidió
en muchos casos hacer el esfuerzo de suplir con buena voluntad las
carencias y el resultado fue aquella desintegración lamentable.
Por
razones como esas, numerosas personas que se encontraban en la línea
de pobreza o poco más, fueron empujadas a la marginalidad y esta
misma, ampliada por la incapacidad proyectada desde el Estado, se
está convirtiendo base de una violencia social que el país no había
sufrido en toda su historia.
Los
síntomas de la descomposición general del Paraguay son ya
inocultables.
No
hay discurso oficial ni estadística pública que puedan cubrir o
disimular la pérdida del poder adquisitivo o los baches de las
calles, o los
cortes de luz, por citar algunas cosas.
Los
intentos del presidente González Macchi o del presidente del Banco
Central Washington Ashwell por minimizar la situación adquieren,
pues, el carácter de ejercicios de hipocresía y de cinismo cuando
no la del extravío surrealista que envuelve el final de los regímenes
políticos.
Más
próximo a esto último está ya el discurso de los voceros mediáticos
de la coalición del marzo (wasmosistas, argañistas, encuentristas,
lainistas), ejemplificado por el patético, simplemente patético,
artículo firmado por Alfredo Boccia Paz en la página 12 de la
edición del 30 de diciembre de Ultima Hora, bajo el título
"Pudo haber sido peor".
A nadie engañan. Después de dos años, la coalición de marzo no
puede imputar a otros las culpas de su desastroso paso por el poder:
lo cierto, lo incontrovertible, lo que no es hipótesis, es que esa
alianza convirtió al año 2000 en una pesadilla para los
paraguayos.
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