Cuando
los voceros de una fuerza política determinada pronuncian un
discurso determinado, es conveniente para todos tomar nota
del mismo, aunque no sea más que para coleccionar contradicciones.
Así, se ha hecho evidente que el discurso en favor de
mantener un sistema político
excluyente en Paraguay, en detrimento de los seguidores del
general Lino Oviedo se está agudizando y recibiendo nuevos
impulsos.
La exclusión es un mecanismo sencillamente incompatible con
la democracia. La exclusión nada tiene que ver con la justicia, que
siempre se aplica en forma personal y que no afecta más que a los
directamente involucrados en los hechos que ella estudia.
La exclusión es un mecanismo político que cercena el
pluralismo, la libertad
de expresión. La exclusión es ya, para todos los efectos prácticos,
una forma de dictadura.
Después de más de un año de gobierno excluyente y cuando
este modelo parecía agotado, considerando los resultados realmente
lamentables que produjo, no solamente en el campo político
(violaciones de la Constitución, las leyes y los derechos humanos)
sino también en el campo económico, reaparece ahora con fuerza el
discurso que dio origen a la presente situación.
Caben muchas explicaciones para este fenómeno: la necesidad
de mantener un mínimo de cohesión en el gobierno, la de impedir el
crecimiento de fuerzas políticas no controladas, la dinámica misma
del sistema de gobierno o, tal vez, una combinación de todas estas
cosas.
La exclusión, cualquiera que sea la causa que la jutifique,
tiene consecuencias económicas a mediano plazo para la sociedad
afectada por ella, en
proporción directa a la interferencia que ella requiere en los
operadores económicos para ser realmente efectiva, actuando sobre
la competitividad, la productividad y la creatividad.
Al afectar, necesariamente también, a la administración
judicial, la política de exclusión destruye la seguridad jurídica
y con ella las bases de la inversión productiva y de largo plazo.
No es casual que los países que no han logrado establecer
sistemas institucionales inclusivos, sean siempre los menos
propensos al desarrollo.
Los sectores del gobierno que propugnan agudizar la exclusión, los
Argaña y los liderados por el ex presidente Juan Carlos Wasmosy,
incurren en una grave responsabilidad histórica por la que, están
seguros, no serán llamados a responder.
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