El traslado de la Caballería (actualmente conocida como Primer
Cuerpo del Ejército paraguayo y anteriormente como Primera División
de Caballería) desde los cuarteles que ocupaba a las puertas de
Asunción hacia destinos menos influyentes ha sido, durante décadas,
uno de los principales reclamos de los demócratas paraguayos.
La Caballería protagonizó demasiados úkases militares
sobre los gobiernos civiles como para que la sociedad política no
tuviera, a estas alturas, perfectamente claro que ella no podía
continuar allí donde estaba sin suponer un riesgo permanente para
estabilidad institucional.
Pero, como lo demostró la caída de Alfredo Stroessner, la
Caballería podía servir también como punta de lanza de proyectos
democratizadores y civilistas.
Se recordará que el 3 de febrero de 1989, ella fue la que
puso fin a la larga noche autoritaria que sufría el Paraguay.
La Caballería es, o era, la columna vertebral de la Fuerza
de Defensa del Paraguay, cumpliendo aquí, con las obvias
diferencias de escala y equipamiento, un rol semejante al que en
cualquier fuerza armada del mundo tienen los cuerpos estratégicos.
Ninguna otra repartición de las Fuerzas Armadas paraguayas
tiene, o tenía, el poder, pero sobre todo la mística, de la
Caballería: sus cuadros de oficiales, que son en última instancia
uno de los elementos decisivos en cualquier dispositivo militar,
son, o eran, los mejores del Paraguay.
Ahora, a raíz de los extraños sucesos del 18 de mayo de
2000, el régimen que encabeza el senador Luis González Macchi, ha
ordenado un apresurado traslado de la Caballería, ejecutado rápidamente
en medio de la mayor improvisación que fuera imaginable.
El régimen de González Macchi ha ejecutado, más que un
traslado, un desmantelamiento de la base articuladora de las Fuerzas
Armadas paraguayas: la Caballería ha sido desarmada, dividida,
diezmada y, accesoriamente, trasladada.
El traslado era un objetivo político compartido ampliamente.
El desmantelamiento realizado con la excusa del traslado no
solamente carece del mismo apoyo, sino que es una peligrosa
irresponsabilidad con relación a la defensa nacional.
El régimen de González Macchi es una imposición extranjera
sobre el Paraguay, ejerce el poder por delegación de Estados
Unidos, Brasil y la Iglesia Católica, y las medidas que toma
referidas a la defensa nacional deben ser cuidadosamente escrutadas
pues sobre ellas cae la sospecha de estar dictadas al margen de los
intereses de la soberanía nacional.
La Caballería debía ser trasladada fuera de Asunción, pero
de ninguna manera debía ser desmantelada. Un país incapaz de
proveer a su propia defensa está muy próximo a dejar de ser un país
independiente, si es que todavía continúa siéndolo, lo que, en
nuestro caso, está bastante en duda.
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