Yoyito Franco y Luis Alberto Wagner definen este domingo cuál
de ellos será el candidato del Partido Liberal Radical Auténtico para
la elección del 13 de agosto que decidirá la vice presidencia de la
República.
Aunque
Franco ha insinuado que, de acuerdo a las circunstancias, podría
sugerir la posibilidad de pedir al senador Luis González Macchi que se
aparte del poder, lo concreto es que tanto él como Wagner han resuelto
no usar la elección de agosto como un plebiscito sobre el régimen
establecido el 28 de marzo de 1999.
Al contrario, Franco y Wagner pretenden obtener, en la elección
interna del PLRA, un pasaporte que les permita volver al lugar de donde
se vieron obligados a salir por mandato de la convención de su partido,
negando a los radicales auténticos, y a los paraguayos, la oportunidad
de pronunciarnos con votos sobre el desastroso gobierno que sufrimos.
Cualquiera de ellos, el que resulte ganador hoy, llegará a la
elección del 13 de agosto sin la más mínima intención de cambiar el
régimen, disputando con Félix Argaña quién es el que más méritos
hace para consolidar el legado de marzo.
Y
la verdad es que las cosas no podían ser de otra manera.
Franco,
Wagner y todos los dirigentes del PLRA, incluidos Laíno o Pancho De
Vargas, están comprometidos hasta los tuétanos con la construcción de
la dictadura que sufrimos y sirvieron fielmente a sus propulsores al
menos desde setiembre de 1997.
Franco
y Wagner cuestionan hechos tales como que Martín Chiola despidió a
algunos recomendados de ellos, pero guardan silencio sobre sus
adversarios políticos presos, sobre los periodistas hostigados, sobre
los derechos civiles conculcados.
Los
dirigentes radicales han sido peones fundamentales en la trama urdida
para desconocer la voluntad del pueblo paraguayo y restringir, y
mantener restringido, su derecho a elegir gobernantes.
Son
culpables, como el que más, del desquiciamiento de la República del
que ahora se quejan con fines publicitarios, como si el país no
recordara perfectamente que fueron ellos, los dirigentes del PLRA,
quienes dieron apoyo a todas las barrabasadas que terminaron en este
empantanamiento nacional.
¿Por
cuál acto de magia adquirirían ahora de nuevo los principios que
abandonaron para medrar con la coalición de marzo, en la que, por lo
que se ve, desean fervientemente continuar?
En
un festival de vacuidad pocas veces visto en la historia, Franco y
Wagner están prometiendo arreglar el país desde el régimen, cuando
todo el mundo puede ver que el problema del Paraguay es el régimen
mismo y que este problema no puede solucionarse persistiendo en él.
Los
afiliados radicales auténticos dieron un mandato a su dirigencia: pasar
a la oposición. Este mandato debía y podía usarse para dar al país
la oportunidad de plebiscitar el régimen en la elección del 13 de
agosto. Eso es hacer oposición.
Da
pena ver las contorsiones que Franco y Wagner realizan para no hacerlo,
buscando que la familia Argaña se digne a considerarlos; que el señor
Wasmosy les arroje algún mendrugo o que su discurso se ajuste a las
nuevas ordenes de Estados Unidos, expresadas por Peter Romero.
La libertad del Paraguay nada les deberá pues ni Franco ni Wagner
representan el cambio.
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