Mejor o peor?
Enrique Vargas Peña
Los resultados de un gobierno se miden mediante una simple pregunta:
¿estamos mejor o peor que cuando ese gobierno se hizo cargo de la administración
pública, hace ahora un año?
No hace falta recurrir a declaraciones de la verdadera oposición al
régimen presidido por el senador Luis González Macchi para encontrar la respuesta.
Tampoco es necesario escuchar o leer lo que dicen los que han estado
aliados con él, liberales, encuentristas, católicos, norteamericanos, brasileños, que
en forma unánime y cada vez más estridente pretenden que se olvide que ellos fueron
elementos fundamentales en el establecimiento de la presente situación.
Lo único que hace falta para responder a la pregunta inicial es ir al
mercado y comprobar si nuestros ingresos rinden como hace un año o no; salir a la calle y
verificar si llegaremos a donde queremos ir sin que nos asalte el miedo de llegar
íntegros; escribir o decir algo sobre el gobierno y reflexionar sobre los riesgos de
hacerlo ahora y los que se corrían hace un año.
Cada habitante del Paraguay, cada ciudadano, cada hombre y cada mujer
de este país puede hacer ese examen sencillo, y darse una respuesta independiente, no
influida por lo que digamos los medios de comunicación.
Si el resultado es que puede comprar más cosas, llegar a su destino
con más seguridad y expresarse más libremente ahora que hace un año, entonces el
gobierno ha sido bueno y no hay por qué cambiarlo.
Pero si, en cambio, se comprueba que los ingresos ya no cubren ni las
necesidades básicas, que hay inseguridad en las calles y mala atención en los
hospitales, peor educación en las escuelas, que hay mayor miedo a hablar sobre las
autoridades, entonces el gobierno ha sido malo y no merece apoyo.
Lamentablemente, el régimen que preside el senador González Macchi ha
estado haciendo todo lo que ha visto a su alcance para evitar que si la respuesta es que
estamos peor ahora que hace un año la ciudadanía pueda ejercer el derecho que tiene en
las democracias de iniciar el proceso de cambiar pacíficamente a sus gobernantes.
Desde el 28 de marzo de 1999 el grupo en el poder ha estado tratando de
reprimir la aparición de cualquier expresión de descontento o de desacreditarla si, por
alguna falla en el mecanismo oficial, ocurría.
Así, muchos que durante estos trescientos sesenta y cinco días han
protestado porque el ingreso ya no les alcanza, o porque ya no pueden ir al cine como
antes, o porque en los centros de salud les atienden ineficientemente, o porque la nafta
sube para pagar cuentas que nada tienen que ver con el precio del petróleo, fue
inmediatamente acusado de "criminal oviedista" y despojado facticamente de
derechos.
En las democracias, si la respuesta a la pregunta del título es que
estamos peor, el procedimiento habitual es castigar con el voto a los candidatos
oficialistas en la más próxima elección.
El voto castigo consiste en votar por cualquiera, menos por los
oficialistas.
Pero si se impide votar o se restringe artificialmente el pluralismo o
se organiza un fraude para desconocer el resultado verdadero del voto, entonces el castigo
al mal gobierno toma rumbos diferentes.