Faltó el
"mea culpa"
Enrique Vargas Peña
La marcha organizada por diversas organizaciones afines a la Iglesia
Católica realizada el 24 de marzo tuvo muchos aspectos criticables, especialmente su
llamado a aumentar la represión política, entre los que también cabe mencionar la
reivindicación de la irresponsabilidad social.
Los mismos organizadores de la marcha se reconocen autores del
derrocamiento, el 28 de marzo de 1999, del orden constitucional paraguayo e impulsores de
la presente situación institucional que sufre el país.
Sin embargo, no asumen la responsabilidad de los problemas que dicha
situación institucional ha estado ocasionando a la sociedad a pesar de confesarse
plenamente conscientes de la existencia de tales problemas.
Por ejemplo, entre las exigencias que presentaron señalan
"mejorar la capacidad de administrar los conflictos evitando...la excesiva
dependencia de los intereses particulares", reconociendo que estos imperan en el
Estado.
Exigieron también "implementar rigurosas medidas de control y
regulación de las prácticas de corrupción", admitiendo la quiebra moral de la
administración pública.
Requirieron además "evitar el nombramiento de funcionarios
públicos en base al clientelismo político" aceptando que el Estado se ha repartido
según se ha conquistado, como botín de guerra de los vencedores.
Demandaron también "implementar mecanismos ágiles que depuren la
administración judicial de...prevaricato", concediendo que no hay justicia en el
Paraguay.
Los organizadores de la marcha declararon ayer que lo que han hecho ha
salido mal, que el modelo que han construido hace daño, pero no piden disculpas por los
estragos que han causado; antes bien, reivindican las acciones que han postrado al
Paraguay y, en realidad, exigen profundizar algunas de las peores características del
presente régimen.
Es más, desconocen deliberadamente algunas cuestiones elementales de
la vida social y de la fisiología del poder, como por ejemplo que cuando se articula una
alianza de intereses para derrocar a un gobierno legítimo es imposible evitar la
influencia de esos intereses en el régimen sobreviniente; que una administración
judicial sometida a la influencia de esos intereses es, por definición, garantía de
impunidad y que nadie toma el poder por la fuerza para entregar cargos a personas
idóneas.
Estas cosas están estudiadas y enunciadas hace mucho tiempo como para
que alguien pueda alegar inocentemente ahora estar sorprendido por los resultados de aquel
desconocimiento pues, además, hubo muchos que advirtieron claramente lo que sucedería.
En síntesis, estas organizaciones afines a la Iglesia Católica han
reivindicado ayer una licencia para actuar sin consideración de las consecuencias
previsibles que sus propios actos acarrean, lo cual es, por supuesto, contrario al
espíritu republicano, pero consistente con el papel tutelar, mesiánico, que se han
atribuido a sí mismas.
Les falta responsabilidad a los coaligados de marzo, no han aprendido a
respetar al pueblo. Nada bueno surgirá de sus reclamos presentes, así como nada bueno
surgió de sus acciones pasadas.