Pedro
Fadul, exitoso prestamista, acaba de anunciar la venta de su
financiera para dedicarse a lo que eufemísticamente denomina
"actividad social" y que, en realidad, es un proyecto político
que puede culminar con
su candidatura presidencial para el año 2003.
Los ingenieros financieros -lease maestros en "ingeniería
financiera"- encuentran en Fadul la encarnación de un nuevo
proyecto político edificado sobre los mismos cimientos que fundaron
los anteriores, encabezados por Guillermo Caballero Vargas
(Encuentro Nacional) y Juan Carlos Wasmosy.
Una de los clichés que estos proyectos aprovechan es la
idea, muy aceptada en las clases media y alta, de que un buen
ingeniero financiero puede
ser, por el hecho de serlo, un buen líder gubernamental.
Aunque el paso de Caballero Vargas y de Wasmosy por la vida pública
desmiente categóricamente esa idea, como la desmiente también el
análisis del marco en que se mueven los ingenieros financieros,
estos insisten en esa idea.
Los ingenieros financieros del Paraguay no son, hablando con
precisión, "empresarios", en el sentido estricto del término.
Son exploradores, más o menos afortunados, de formas de usufructo
del dinero ahorrado por miles y miles de paraguayos - su habilidad
consiste en llegar a una posición que les permite usar
efectivamente ese dinero -. Si fueran verdaderos
"empresarios" el país no estaría sufriendo la larga
crisis financiera que soporta desde abril de 1995.
Pero el puntal de los proyectos de Fadul, Caballero Vargas y
Wasmosy es la idea de que se puede alcanzar el desarrollo económico
mediante la coordinación
de algunos intereses corporativos (por ejemplo los de los
sindicatos con los del gremio industrial, los de los importadores
con los de los productores, etc.).
Es el viejo proyecto que para el Paraguay viene proponiendo
la Iglesia Católica desde la creación del tiempismo. Es, en
realidad, el proyecto que la Iglesia viene proponiendo desde el
feliz matrimonio sin divorcio que inició en 1929 (Pacto de Letrán)
con las propuestas de Benito Mussolini. Antes se llamaba
"Estado Corporativo"; aquí y por ahora le llaman
"Paraguay Jaipotáva".
El corporativismo olvida que hay mucha sociedad civil fuera
de las agremiaciones y que al atender solamente a estas, se posterga
necesariamente a los ciudadanos.
El país que hoy sufrimos es, en gran medida, consecuencia de
esas ideas que Fadul promete reeditar y profundizar.
Pedro Fadul y los católicos tienen perfecto derecho a
impulsar este proyecto y sus beneficiarios lo tienen para apoyarlo.
Y los ciudadanos de a pié tienen perfecto derecho también a
votarle, sin miedo a lo que digan
los obispos, en contra.
Lo que Fadul no tiene derecho a hacer es lo que hicieron
después de ser
repudiados por los ciudadanos el 10 de mayo de 1998: torpedear al
gobierno libremente elegido con la excusa, siempre repetida por
Wasmosy y Pancho de
Vargas, de que "el pueblo no sabe elegir".
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