Uso la expresión
proyecto Argaña para denominar al conjunto de tendencias que
el grupo que ejerce el gobierno en la República del Paraguay ha
venido desarrollando desde que tomó el control del gobierno, en
marzo de 1999, y no a algún plan expreso que dicho grupo esté
desarrollando de manera deliberada.
Y la he acuñado así,
proyecto Argaña, no porque la familia Argaña haya elaborado
plan alguno ni porque sea la única fuerza dominante del gobierno,
sino porque ella es la que presta mejor su nombre a este período de
la historia nacional.
En el curso del tiempo
transcurrido entre marzo de 1999 y el momento presente, se han
esbozado ya numerosos aspectos del proyecto Argaña como para
que resulte ahora necesario repetirlos o para que sean una sorpresa
para quienes han seguido con alguna continuidad el curso de los
acontecimientos.
Pero, sintetizando el
proyecto Argaña, se puede decir que es la intención de los
beneficiarios tardíos del régimen de Alfredo Stroessner por
restaurar la posición de preeminencia de la que disfrutaron toda la
vida y que el desarrollo de la transición hacia la democracia ponía
en peligro cierto e inmediato.
Se trata de una posición
política, social y económica.
El proyecto Argaña
es una gran coincidencia de los sectores diversos que se
beneficiaban de la dictadura de Stroessner en la que cada uno
contribuye con determinadas tareas.
Por ejemplo, el ex
presidente Juan Carlos Wasmosy está encargado de mantener para el
presente régimen paraguayo el apoyo del gobierno norteamericano de
Clinton, lo que implica mantener para el mandatario norteamericano
los negocios de los que el filipino Mark Jiménez extrae los fondos
que terminan en las arcas del partido Demócrata de Estados Unidos
sin fiscalización del pueblo norteamericano.
El grupo Barchini, al
que tal vez debe agregarse el manejado por el ministro de Obras Públicas,
Alberto Planás, está encargado de mantener el apoyo del ex
dictador Stroessner, lo que también implica la reserva de
determinados sectores de actividad económica.
Grupos menores, como el
de Reinaldo Domínguez Dibb, el de Eduardo Nicolás Bo, el de
Guillermo Caballero Vargas, el de Demetrio Rojas, por mencionar los
más llamativos, agregan el apoyo de un importante sector de los
medios de comunicación y de los partidos políticos.
Y todos, de una forma u
otra, actúan para mantener el principal sustento político del régimen,
repitiendo en eso, pero de una manera muy burda, el esquema montado
por Stroessner, que es el apoyo de Brasil, que a cambio, impone sus
requerimientos en Itaipú y en la vida comercial de la extensa
frontera común.
El
proyecto Argaña, finalmente, no es una idea de país, sino
una intención patrimonialista. Históricamente es la degradación
final de los residuos de la dictadura de Stroessner.
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