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El "electoralismo" |
Enrique Vargas Peña |
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Algunos
políticos parecen no cansarse de caer en los lugares comunes que
muestran a la sociedad quiénes son sus verdaderos mandantes.
El
cliché según el cual el país no progresa porque dedica sus energías
al electoralismo es el lema propagandístico preferido de la
rama empresarial del catolicismo y es uno de los más dañinos
sofismas que envenena la vida paraguaya desde 1936.
Si
la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo, tal como la definió Abraham Lincoln, entonces el
electoralismo es su sistema operativo, sin el que no puede,
sencillamente, funcionar.
En
efecto, las elecciones son el instrumento principal y necesario,
aunque no único, que tiene el pueblo para ejercer el gobierno,
participar en él y controlarlo.
Sin
elecciones no hay democracia. Esto es tan obvio que tal vez lo
entendería incluso alguien como el cura Oliva.
Cuanto
más y más frecuentes elecciones haya, más controlado por el pueblo
estará el gobierno. Esa es la razón, por ejemplo, por la que los
constituyentes norteamericanos establecieron elecciones cada dos años.
Enfrentados
a la evidencia del éxito que esa fórmula ha tenido en Estados
Unidos, los católicos suelen recurrir a argumentos más
descaradamente fascistas, ya de tipo mussoliniano: nuestro pueblo
dicen- no está preparado para esa clase de democracia, hace falta
que alguien con mano dura lo guíe.
Esta
idea racista es, por supuesto, completamente falsa. El Paraguay ha
sido guiado con mano dura desde la Independencia y eso no nos reportó
ningún progreso sostenido y duradero.
Es
más, esa mano dura, sostenida por la Iglesia, es la causa de nuestro
atraso por lo que va siendo hora de ensayar otra cosa. Después de
1989 pareció que lo haríamos, pero los curas y las embajadas
norteamericana y brasileña se encargaron de apoyar a esos políticos
sin pueblo que en marzo de 1999 se apoderaron del gobierno llevando a
la práctica la idea de que tanta elección distrae las energías
nacionales.
Los
resultados del sofisma están a la vista: el gobierno por la gracia
de Dios (en vez de la del pueblo) de González Macchi, está
deteriorando todos los renglones de la vida nacional excepto aquellos
que ocupan sus amigos que solamente crecen a costa de los demás.
De
manera que los políticos deberían dejarse de decir disparates y en
vez de tratar de seguir en los cargos que ocupan suprimiendo el
derecho del pueblo a darles la patada en el trasero que se merecen,
deberían mejorar su desempeño para ganar legítimamente las próximas
elecciones. Si es que la Iglesia y Estados Unidos y Brasil las
permiten y si el católico Dr. Déndia recibe permiso de organizarlas
decentemente.
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