Los adversarios del cristianismo se tranquilizaban
mutuamente, entre los siglos III y V, cuando observaban las violentísimas
querellas que se producían sin solución de continuidad en el seno
de la naciente organización religiosa, viendo en ellas síntomas de
su inviabilidad.
Ahora es obvio que los adversarios del cristianismo se
equivocaron y que lo que ellos veían como problema, era en realidad
señal de vitalidad interna, de enorme vitalidad interna.
En general, pues, las querellas internas muestran siempre el
vigor de una fuerza. Por tanto, las luchas intestinas que afectan al
régimen inaugurado el 28 de marzo de 1999 no son las que muestran
su descomposición.
Esta
se observa en otros fenómenos.
Por ejemplo, la lucha entre el ex presidente Wasmosy y las
demás facciones del régimen por la preeminencia, que se manifiesta
principal, aunque no únicamente, en los últimos cambios militares
y en los de la Corte Suprema y el Consejo de la Magistratura, no
expresa la crisis del sistema.
La
corrupción judicial la expresa. La subida del dólar la expresa. La
violencia social la expresa.
Confundir las cosas puede llevar a trágicos errores. Wasmosy
ha tomado, ciertamente, postura sobre todos los aspectos que
verdaderamente amenazan al régimen y al hacerlo pretende
capitalizar el descontento que fluye fuera del sistema con el fin de
preservarlo.
Aunque otro tanto intentan ahora, con menos talento y medios,
sus socios adversarios, él es ya el único en posición real de
salvar al régimen. Consecuentemente es cuestión de tiempo que
todos los beneficiarios del marzo paraguayo terminen alineados
como velas detrás de Wasmosy.
De eso se trata el discurso que presenta al público el
senador Gonzalo Quintana, exponente del brazo presentable del
wasmosismo, que contrasta con los guturales bufidos que emite cada
tanto Francisco José de Vargas, del brazo cavernario, para mantener
a la población atemorizada.
La crisis del régimen de marzo tiene dos salidas posibles,
el cambio o Wasmosy. Wasmosy es el autor intelectual del régimen y
no es, ni puede ser, el cambio. Lo que él necesita es salvar a su
criatura y no tiene más que un camino: radicalizar su modelo.
Para entenderlo hay que recordar lo que hizo Stroessner en
1987.
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