Las elecciones coloradas del pasado 6 de mayo volvieron a
poner en
evidencia el continuo éxito de la estrategia propagandística
de la
coalición de marzo: hay un sector de la sociedad, integrado
principalmente por los estratos medios y altos, al que se ha hecho
creer que el oviedismo es la encarnación del mal y que Lino Oviedo
es el Anticristo en persona.
Montañas de ejemplares de Ultima Hora y Noticias y una
eternidad
de más de tres años oyendo a Mina Feliciángeli y Stella
Ruffinelli convencieron a
mucha gente de que el Paraguay estaba siendo atacado por
Satanás y que
era necesario y bueno hacer cualquier cosa, absolutamente
cualquier cosa,
para
repeler la agresión diabólica.
Ese es el punto central del esquema: como el enemigo es el
mal absoluto,
justifican el uso de cualquier medio para lograr el fin de
detenerlo.
Todo el trabajo de los publicistas de la coalición de marzo
en estos últimos tres años y algo se ha estado centrando en vender
ese sofisma perverso: una parte grande de los paraguayos es intrínsecamente
mala y, por
tanto, la otra parte tiene derecho a prevenirse.
Como puede notar con facilidad cualquier conocedor
medianamente ilustrado del nacional-socialismo, se trata de un
esquema absolutamente goebbelsiano (propio de Joseph Goebbels,
ministro de Propaganda de Adolfo Hitler).
Goebbels desarrolló, desde el partido Nacional Socialista
Obrero Alemán que lideraba Hitler y a partir de los procesos
electorales de 1928 y 1932, una campaña publicitaria que afirmaba
que Alemania estaba siendo atacada por un mal absoluto, la
democracia burguesa y que los alemanes tenían el derecho supremo,
como nación, a oponerse a ese mal y destruirlo.
Sus reflexiones se hicieron célebres: Esto demandamos
del 25 de
julio de 1927 o Por qué queremos entrar al Parlamento
del 30 de abril de 1928,
por citar dos ejemplos solamente.
Con habilidad extraordinaria, Goebbels presentó cada
problema del país,
desde
los relativos a la defensa nacional hasta los referidos a la
natalidad, como causado directa o indirectamente por la democracia
burguesa, a cuyos exponentes (Strasseman, Ebert) imputó la intención
criminal de poner a Alemania al servicio
de los plutócratas anglosajones y de la judería
internacional.
Fue el primer publicista en
aprovechar hasta las últimas consecuencias los miedos de la gente
para inducir determinadas conductas sociales.
Es lo que los propagandistas del régimen inaugurado el 28 de
marzo de 1999 hicieron en Paraguay. Conocedores de los miedos de los
estratos medios y altos de la sociedad, convirtieron a Oviedo en la
causa de todos ellos.
Por
eso Oviedo tiene la culpa de todo. Desde la crisis económica hasta
los problemas campesinos; desde el megaasalto hasta la basura tóxica.
Los coaligados de marzo (wasmosistas, argañistas, liberales,
encuentristas y católicos) han destruido el país hasta sus
cimientos, han pervertido sus instituciones políticas y judiciales,
han consentido los robos más escandalosos y desvergonzados, total
Oviedo tiene la culpa.
Esta respuesta mágica permite al régimen inaugurado el 28
de marzo de 1999 aumentar el margen de impunidad ya enorme con que
cuenta (el Poder Judicial es suyo) pues tiene a mano a quien achacar
la culpa de los problemas
que él mismo crea o profundiza.
¿No tienen los estratos medios y altos de la sociedad
paraguaya elementos para discernir la realidad?
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