editorial del diario La Nación del
día 23 de marzo de 2000*
A un año del atentado
Se cumple el primer aniversario de la muerte del Dr. Luis María
Argaña, quien era entonces vicepresidente de la República.
A la tragedia propia de su desaparición en un momento muy difícil de
la vida política paraguaya, en la que era muy necesario el concurso de gente como él,
con una experiencia y una versación que contrastan con la ineptitud y la ignorancia de
sus herederos, se sumó la tragedia de lo que sobrevino.
La muerte de Argaña fue convertida en la partida de nacimiento de un
nuevo orden político institucional autoritario, excluyente y sin participación popular y
se la usa como el instrumento con el que los beneficiarios de ese nuevo orden persiguen a
la oposición y hostigan a los críticos.
Se emplea sin recato la muerte de Argaña, y su figura, para auxilio de
un régimen político profundamente impopular, convirtiéndolos en herramienta para
sostener injusticias odiosas y privilegios intolerables.
Si alguien pretendió en algún momento que Argaña pasara a la
historia recordado por su valiente lucha contra la corrupción del régimen encabezado por
Juan Carlos Wasmosy, fue desalentado curiosamente por sus herederos, que han preferido
convertirlo en bandera de una de las peores camarillas que ha usufructuado el poder
público en la historia amarga del Paraguay.
También es llamativo que quienes debieran sentirse más preocupados
por la falta de transparencia en las investigaciones necesarias para esclarecer las
circunstancias de la muerte de Argaña sean los que alientan la actuación poco seria de
los encargados de averigüar los detalles de una muerte que conmocionó al país.
Se le hace cada vez más difícil a la gente creer en las fabricaciones
propagandísticas que difunde sin descanso el aparato de prensa del régimen, montajes que
no alcanzan a cubrir las contradicciones de la supuesta investigación oficial de la
muerte de Argaña.
El tiro les está saliendo por la culata.
El hecho simple es que, ante la pruebas presentadas por quienes no se
dejaron amilanar por el terror que se usó contra ellos, el régimen tuvo que cambiar su
versión inicial de los hechos y crear otra, nueva y diferente.
La verdad simple es que si el régimen se salía con la suya, José
"Coco" Villar sería recordado como el asesino de Argaña a pesar de ser
inocente, por lo que la opinión pública se pregunta si no habrá otros acusados
injustamente en el caso y si esas acusaciones no son, en realidad, parte de un esquema
para destruir toda oposición.
El evidencia simple es que desde el régimen se está dilatando el
acceso del público a la verdad llevando al vídeo la nueva novela oficial, plantando
testigos falsos, admitiendo testimonios dudosos, violando las normas del debido proceso y
llenando los numerosos huecos que existen en sus afirmaciones con un agotador bombardeo
propagandístico en todos sus medios de comunicación.
El primer aniversario de la muerte de Argaña encuentra, pues, al país
sin poder acceder a las certezas que exigía desde el momento en que la tragedia se
produjo, moralmente aplastado por tanta manipulación e institucionalmente hundido por
tanta arbitrariedad y autoritarismo.