La
patética actitud del senador Armando Espínola ante la votación
con la que el Senado decidía el desafuero o no del ex presidente
Juan Carlos Wasmosy, es mucho más que un desafortunado episodio
parlamentario.
Es un síntoma ominoso de la falta de alternativas políticas
que sufre el Paraguay, lo que a su vez implica que nadie tiene, en
la "clase política", disposición alguna para sacar al país
de la penosa situación en que se encuentra.
El senador Espínola, por seguir el caso, es un elemento
fundamental del entorno del vicepresidente de la República, Julio César
Franco, quien se presentó a sí mismo como "el cambio que el
pueblo quiere" y ha tenido, Espínola, un rol protagónico en
el diseño de la línea política que sigue el segundo funcionario
del Estado.
Aún suponiendo que Espínola hubiera obrado de buena fe, se
tendría que es un representante timorato, imposibilitado, por
tanto, de servir adecuadamente a sus mandantes.
Y para hacer los cambios que el país requiere se necesitan
políticos no solamente decentes, y que además de serlo también
parezcan decentes, sino políticos con el suficiente carácter como
para poder expresar sus puntos de vista, incluso sus temores, sin
tener que esconderse tras la puerta o sin tener que hacer papelones.
La "clase política" paraguaya no ha demostrado las
aptitudes que convierten a determinados grupos en colectivos
dirigentes en sus respectivas sociedades.
Lo
que aquí ha sucedido ha sido, lamentablemente, una ocupación por
vacancia de espacios de poder por parte de un grupo humano que no ha
demostrado habilidad alguna para merecer la confianza del pueblo y
que, ante la desconfianza popular, tampoco ha dudado en recurrir a
procedimientos al margen de la legalidad para mantener sus
privilegios.
Estos privilegios, por su parte, son intolerables porque
crecen en la medida que la ineptitud de la "clase política"
provoca la ruina general del país, ejemplo de lo cual es el
proyecto de presupuesto general de gastos de 2001.
El caso del Armando Espínola muestra que no hay, en el
interior de la "clase política", voluntad ni elementos
para hacer un cambio a favor del Paraguay y que este cambio,
necesario si se quiere progresar, vendrá necesariamente desde otra
parte.
|