Los
paraguayos somos víctimas de un problema moral.
Después
de mucho tiempo de estar observando y siguiendo los hechos públicos,
no tengo más remedio que admitir que aquí no solamente hay
pendientes cuestiones institucionales o administrativas, sino
principalmente un asunto moral.
Para
ponerlo en términos simples, los paraguayos no saldremos del pozo
mientras se aprecie más la célebre Hilux 4x4 que una conducta
decente; mientras estemos dispuestos a pisar todo valor, todo
principio, todo pacto para conseguir la seguridad de una buena cuenta
bancaria; mientras creamos que el fin justifica los medios.
Durante
los últimos cincuenta o sesenta años, hemos estado construyendo un
sistema realmente perverso, que compele a la inmoralidad.
Este
sistema obliga a la gente que busca naturalmente su bienestar a
enlodarse para obtenerlo. Por ejemplo, los pequeños contratistas del
Estado, en general gente buena que para acceder a un buen nivel de
ingresos debe admitir como dádiva de los que mandan lo que no es sino
el derecho de los que contribuyen, transformándose, a cambio, en
parte de la base social del sistema.
El
liberalismo sostiene que el afán de lucro es uno de los motores del
progreso social, pero afirma que hay una ética del capitalismo sin la
cual el afán de lucro se convierte en un camino de opresión.
En
el Paraguay el sistema ha abortado a la ética del capitalismo,
asesinada antes de nacer, y ha enterrado cualquier otro sistema moral,
poniendo al afán de lucro al servicio del poder.
Así
lo usó Stroessner, así se usa ahora.
Muchos
creyeron que la quiebra moral que impone el sistema puede ser limitada
al aspecto económico. Pero este es el momento en que todos estamos
empezando a comprender que la decencia no se divide en compartimientos
estancos y que el que es capaz de aceptar aquellas dádivas, es
licenciado muy pronto para violar incluso los pactos familiares.
El
resultado es este desastre que tenemos, un desastre evidenciado por la
patética confesión de muchos padres de que deben pedir la ayuda de
un edicto policial para controlar a sus hijos.
El
desastre que afecta a nuestras familias nos conduce a empobrecernos
incluso en ese aspecto que tanto preocupa: el económico. Nadie puede
ocultar el hecho de que el sistema está empobreciendo cada vez más rápido
al Paraguay.
La moral, pues, no es una cuestión de curas y de viejas beatas. Es un
elemento esencial del desarrollo que hemos olvidado en el Paraguay.
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