Un grupo de campesinos acampado en la plaza del Congreso se presentó a un supermercado y
"pacíficamente" pidió abastecimientos "porque el pueblo tiene hambre".
Este grupo de campesinos erró el blanco. Los supermercados nada tienen que ver con los sufrimientos
paraguayos y no tienen por qué cargar con los platos rotos.
Si los campesinos querían demostrar su hambre y su búsqueda de reparación y justicia no debieron
presionar a un supermercado. Debieron ir a las casas de los ladrones públicos que han vaciado el país
dejándonos a todos sumergidos en la recesión y en la desesperanza.
Todos los paraguayos, incluidos los campesinos, sabemos quienes son y dónde están los causantes del
descenso de la calidad de vida en nuestro país. Son demasiado conocidos como para que alguien se haga el
ñembotavy y vaya a buscar culpables a otra parte.
La intención de acosar a los supermercados, pues, tiene poco que ver con la situación que vivimos y se
parece mucho a una operación destinada a aumentar artificialmente el descontento con imágenes
prefabricadas de descontrol.
El régimen inaugurado el 28 de marzo de 1999 debe ser abolido y reemplazado, cosa que por fin van
comprendiendo todos los ciudadanos, porque él es la causa de la mayor parte de nuestros problemas
actuales, pero el procedimiento para lograr tal objetivo no es, nunca fue, el desorden social o el
golpismo.
La manera efectiva de hacer un cambio real es la vía electoral. Las verdaderas revoluciones se hacen con
verdadera e institucional participación de todo el pueblo.
Esa es la gran lección del nefasto "marzo paraguayo": un grupito de personas reunido en una plaza se arrogó
por sí y ante sí la representación de cinco millones de paraguayos para derrocar, con aliento de Estados
Unidos, Brasil y el Vaticano, al gobierno legítimo, legal y constitucional que habíamos elegido los
paraguayos.
Los resultados están a la vista de todos y son ya demasiado evidentes.
De manera que la movida de este grupo de campesinos señalado al inicio contra los supermercados no conduce
a nada bueno y es una repetición de las tácticas que nos han traído
hasta este patético lugar en el que nos encontramos.
Lo mismo cabe decir de la jugada de los transportistas.
Lo que ocurre es que alguien dentro del sistema está queriendo sacrificar al senador González Macchi para
salvar al régimen de marzo.
Los paraguayos debemos saber que no alcanza con que se vaya González Macchi y que nada cambiará si no
abolimos también, y hasta sus cimientos, el régimen inaugurado el 28 de marzo de 1999.
*Publicado
en La Nación de Asunción el domingo 19 de agosto.
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