Fue
detenido en Brasil, con aplauso y zapateo de William Jefferson
Clinton, el jefe de la oposición paraguaya, Lino Oviedo.
Nadie
debería abrigar ilusiones sobre la suerte que espera a Oviedo. El líder
opositor será sacado de circulación sin mayores escrúpulos
mediante los procedimientos que en su momento consideren oportunos
sus enemigos: vinculándolo con el narcotráfico, con el asesinato
del Dr. Luis María Argaña, o con los medios que sus captores
encuentren justificados por tal fin.
El
público es testigo de esa falta de miramientos de los enemigos del
ex candidato presidencial colorado. Hasta dijeron que se vestía de
mujer. Ciegos de odio, olvidaron que una mujer con bigotes como los
que ahora lleva Oviedo difícilmente pasaría desapercibida.
Finalmente tuvieron que ordenar a Víctor Benítez que tratara de
disimular el error (diario Noticias, 15/VI/00).
Al
hacer todo esto no están intentando destruir a Oviedo solamente: el
objetivo es también desarticular la resistencia a la dictadura,
impedir a la oposición paraguaya tomar contacto con el mundo,
despejar el camino para los negocios de los protegidos de Clinton.
La oposición no tiene
muchas maneras de resistir salvo mostrar la ilegitimidad del régimen
el 13 de agosto: no yendo a votar, no cayendo en el engaño de los
que prometen cambios que no hicieron mientras pudieron.
Oviedo
ya tiene experiencia en eso de ser arrestado por una cosa para
terminar siendo condenado por otra, completamente distinta. La
arbitrariedad llegó al extremo que incluso el Fiscal Aníbal
Cabrera Verón tiene vergüenza de presentar en Brasil el caso de la
condena a diez años que se impuso aquí al ex comandante del Ejército.
Tampoco se animan a presentar allá el juicio por la muerte de los jóvenes
de la plaza del Congreso.
Tengo
la impresión que para deshacerse de Oviedo usarán lo del narcotráfico,
pues en ese tema impera la voluntad discrecional de Clinton. La
guerra contra las drogas la usa ahora como antes usaban la guerra
contra el comunismo. El asunto es un mero instrumento de política
exterior.
El
narcotráfico es una excusa razonablemente buena para Clinton y sus
esbirros latinoamericanos: ella no sólo vincula a Oviedo con la
mafia, con la intención de convertirlo en un criminal común y
satanizarlo, sino que sirve para permitirles decir que allí se
encuentra la fuente de los recursos que le atribuyen a Oviedo.
La acusación por
narcotráfico sirve además para intentar hacer olvidar que hay otra
explicación perfectamente posible para esos recursos, que es la
participación de Oviedo en negocios que, según el Dr. Argaña,
compartía con Wasmosy y sus muchachos, participación que ocasionó,
como se recordará, el enfrentamiento entre Oviedo y el ingeniero en
abril de 1996.
Clinton
está implicado en al menos uno de esos negocios: la venta de
computadoras a Brasil y Argentina realizada por el filipino Mark Jiménez.
Y
como Clinton controla la lucha contra las drogas, y nadie controla
esa lucha en nuestra sometida América Latina, no es extraño que
aparezcan incriminaciones a Oviedo por narcotráfico.
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