Entre el jueves y viernes pasados se produjo y, como era de
esperar, fracasó, un intento de rebelión contra la
dictadura que encabeza el senador Luis González Macchi.
La intentona era absurda por razones militares -
evidentemente los alzados carecían de la audacia
necesaria para producir hechos militares decisivos - pero
principalmente porque otorga al régimen las excusas
que la coalición de marzo buscaba para agudizar la represión
política.
No tengo ni la más remota intención de menoscabar el valor
personal de quienes se juegan por una causa. El error no lo
disminuye.
Señalo, simplemente, que los alzados plantearon una táctica
absurda. Y las tácticas absurdas se pagan, invariablemente, con la
derrota.
La dictadura, como también era previsible, no ha perdido
tiempo en confirmar su autoritarismo: con la
excusa que le dieron los alzados ha decretado el estado de sitio,
para reprimir a discreción, y lanzó a sus corifeos a alentar la
persecución de la oposición y a convocar a sus partidarios a la
defensa del régimen.
Pero esta ves sucedió algo que los oligarcas no esperaban: nadie,
salvo ellos mismos, salió a las calles a defenderlos. Todos saben
que el régimen sigue siendo el problema del Paraguay.
En cualquier caso, la caza de brujas, que se caracteriza por acusar
a todo opositor de ser criminal, se ha relanzado con vigor.
Los rebeldes han actuado, en efecto, sin prever la
eventualidad de un fracaso, siempre posible, condenando a mucha
gente inocente a sufrir más persecución de la que ya padece.
Desde marzo de 1999 he venido sosteniendo que no hay que dar
legitimidad a la dictadura, que hay que restarle excusas, que la única
vía para recuperar la democracia en Paraguay es la de someter al régimen
al plebiscito del pueblo, al modo de los liberales españoles de 1931, o de los reformistas
iraníes de hoy.
El fracaso de la absurda intentona del 18 al 19
de mayo de 2000 confirma que la verdadera oposición debe concentrarse en
hacer sentir al régimen el repudio de la gente y que los verdaderos
opositores son aquellos que pueden entender que
cuando alguien les propone hacer estupideces, ese alguien está
jugando a favor del régimen.
Muchos paraguayos desean el final de esta pesadilla
encabezada por González Macchi.
Debemos saber que la pesadilla continuará
indefinidamente, como la de Stroessner, mientras no haya una
dirección clara, muy clara, en la oposición y mientras haya
aventureros que recomienden acciones absurdas que sirven solamente
para consolidar para consolidar el régimen que nos oprime.
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