La situación del país difícilmente puede ser peor, los escándalos
de corrupción salpican a toda la estructura del Estado, la economía
decrece, la política exterior se encuentra totalmente sometida a
Brasil y, sin embargo, los candidatos oficialistas triunfaron en las
elecciones internas del partido Colorado del pasado 6 de mayo.
Llamo oficialista a Nicanor Duarte Frutos por ser parte
de la coalición de marzo (wasmosistas, argañistas, liberales,
encuentristas y católicos) que sostiene al vigente régimen político
paraguayo. No hay que confundirlo con los amigos del presidente Luis
Ángel González Macchi que constituyen otra rama del oficialismo.
¿Qué razón es la que mueve al electorado a premiar con una
rotunda victoria electoral a los sostenedores de un régimen
institucional tan dañino?
Ya han salido a la luz muchos argumentos manidos, lugares
comunes que se aceptan de puro trillados y no por ser verdaderos,
tales como que Nicanor hizo campaña durante tres años o que el
aparato wasmoargañista compró cédulas y todas las justificaciones
que usualmente se usan aquí para explicar las derrotas sin
considerar la voluntad del pueblo.
Yo me niego a despreciar así a mis conciudadanos. Aquí hay
un resultado electoral que expresa un determinado sentir de la gente
que supera el mero poder de los aparatos políticos.
Los que hemos estado en la oposición al régimen inaugurado
el 28 de marzo de 1999 tenemos miedo de decirnos la verdad: no hemos
sido capaces de hacer llegar adecuadamente a la ciudadanía nuestro
punto de vista sobre quien tiene la responsabilidad de la catastrófica
situación nacional.
De hecho, el oviedismo -la única oposición que existe en el
Paraguay desde la caída de Raúl Cubas Grau- no hizo campaña tanto
contra el mal gobierno de González Macchi como sobre la necesidad
del reencuentro colorado.
Nicanor Duarte Frutos fue mucho más radical que el oviedismo
en sus críticas al gobierno a pesar de ser parte y sostén de ese
gobierno.
Los resultados están a la vista.
Y hay otro factor, que ya han abordado otros analistas pero
que merece ser mencionado: los colorados han votado como lo han
hecho considerando que es preferible soportar a su sector de la
coalición de marzo hasta el 2003 que experimentar con el sector
liberal, que encabeza el vicepresidente Julio César Franco.
En esa consideración, el electorado
colorado coincide, a mi juicio, con el resto del país,
independientemente de las consecuencias que pueda tener un eventual
juicio político del presidente de la República y de las posturas
que en ese proceso puedan llegar a tener Duarte Frutos o el
oviedismo.
El triunfo oficialista en las internas del partido Colorado
exige a la oposición -me refiero al oviedismo- revisar
cuidadosamente su discurso porque es evidente que el descontento público
con el régimen, un descontento notorio, generalizado, no termina de
encontrar en la Unión Nacional de Colorados Éticos el vehículo
que necesita para producir los cambios que el Paraguay requiere.
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