Tortura,
lo que se dice tortura, fue el caso de Napoleón Ortigoza,
veinticinco años sin luz del sol...el resto, nangana...
Ese es, palabras más, palabras menos, el discurso de la
dictadura que nos oprime para justificar los apremios ilegales que
deben sufrir los opositores y, en general, el clima de terror que la
coalición de marzo impone sobre el país para asegurarse la sumisión
de los paraguayos.
Este mensaje está siendo profusamente instilado para
explicar las acciones de las fuerzas de seguridad contra opositores
- detenciones grupales, golpizas, hostigamiento, etc. -, acciones
que recrudecen según pasan los días ante el agravamiento de la
contestación al régimen.
Según este singular discurso, la tortura depende tanto de la
duración de los apremios como de la identidad política de las víctimas.
Privar a las personas de su libertad en forma arbitraria, siempre
que no sea por veinticinco anos, golpearlas, hacerles imputaciones
gratuitas, menoscabarlas en su reputación, no es tortura si las víctimas
de tales acciones son los partidarios de Lino Oviedo.
Los políticos oficialistas están mudos, sordos y ciegos,
como desde luego suponen que corresponde dada su rudimentaria
cultura, y los liberales, que son una fuerza oficialista
accidentalmente fuera del gobierno, también, salvo dos o tres muy
honrosas excepciones que sirven para exponer la magnitud enorme del
silencio de su partido.
Lo mismo puede decirse de los integrantes de la oligarquía,
esos que salieron de colegios religiosos, que simplemente pasan de
largo ante lo que está sucediendo.
Los diarios al servicio de la coalición de marzo - Ultima
Hora y Noticias, por citar a los más importantes -, los operadores
que trabajan para ella en todos los medios, las radios que le
pertenecen, especialmente Radio Uno, los canales de televisión y,
en general, el aparato de propaganda del régimen, están
presentando esta sañuda persecución a la oposición como si fuera
cosa normal, rutinaria, cotidiana y, además, necesaria y buena para
la seguridad pública.
La responsabilidad de los operadores de prensa de la coalición
de marzo es mayor que la de los políticos y los oligarcas porque
existe la presunción de que quienes trabajan en los medios han
logrado acceder a una formación más completa, lo que les permitiría,
siempre según la creencia general, actuar según normas morales más
civilizadas.
De hecho, hombres como el director de Ultima Hora, Juan Andrés
Cardozo, no pueden alegar en su descargo una formación deficiente o
un desconocimiento de esas normas mínimas de moral pública que
rechazan a los apremios ilegales.
El discurso de la dictadura pinta de cuerpo entero a sus
integrantes.
|