Deliberadamente
Enrique Vargas Peña
Existen muchas maneras de hacer las cosas deliberadamente, no hace
falta un escrito previo para fijar un propósito.
Existen también muchas pruebas acerca de que el golpe del 28 de marzo
de 1999, por el que se estableció la presente dictadura en Paraguay, no fue el resultado
de una sucesión azarosa de acontecimientos.
Lo mismo puede decirse del modelo socio-económico que se está
estableciendo en el país. Aún cuando no exista un pronunciamiento expreso de las fuerzas
que establecieron la dictadura acerca de este modelo, una serie de decisiones, previas y
posteriores a la caída de Raúl Cubas, indica la existencia de un consenso acerca de una
dirección determinada y no de otra.
Que en el curso de ese proceso haya grados diferenciables de adhesión
o, incluso, de expresión de propósitos, entre las fuerzas que lo impulsan no significa
que no exista un objetivo deliberado.
De hecho, lo que caracteriza a los procesos históricos es su
complejidad, el número indeterminable de factores que influyen en su desarrollo.
La oligarquía paraguaya es una fuerza social que, al menos desde el
final de la Guerra del Chaco (1932-1935) se mueve en una dirección constante.
El advenimiento de la larga dictadura stronista (1954-1989) es uno de
los factores que distorsionó la lectura de los objetivos de la oligarquía, en parte
porque Stroessner diluyó muchos de ellos en su propio proyecto y en parte porque
estableció un tipo de liderazgo que exigía una permanencia en el tiempo que no se
ajustaba a las necesidades de ella.
Pero derrocado el dictador, derrocado por la oligarquía - esto hay que
reconocerlo y asumirlo -, y no en razón de sus violaciones a los derechos humanos o al
modelo cultural restrictivo sino debido a la inviabilidad comercial del régimen, ella
retoma, por describir de alguna manera el caso, su autonomía operativa.
Uno no tiene más que hablar con los oligarcas, de cualquier partido,
para caer en la cuenta del consenso que existe entre sus miembros acerca de la visión del
país que quieren, del "Paraguay Jaipotáva".
Quizás el intento más logrado por "objetivar" ese consenso
y convertirlo en un programa expreso haya sido la fundación del partido Encuentro
Nacional, por Guillermo Caballero Vargas, con vistas al proceso electoral de 1993.
No es casual que a la hora de elegir a su sucesor, Andrés Rodríguez
hubiera optado entre Guillermo Caballero Vargas y Juan Carlos Wasmosy.
Y quizás el intento más profundo por implantar aquel consenso sea el
proyecto que, justamente, se denomina "Paraguay Jaipotáva", cuyos directores
ejecutivos son prominentes miembros del empresariado.
Tampoco es accidente que a partir del triunfo de Lino Oviedo en la
interna colorada de 1997, la oligarquía haya estrechado filas, proceso que continúa de
manera creciente, a pesar de los reclamos por ajustar el régimen que ahora se escuchan,
logrando el derrocamiento de Raúl Cubas Grau, el primer presidente paraguayo elegido sin
su permiso.
La oligarquía se apresta ahora a modificar el régimen político de
manera definitiva, para evitar que un "accidente" como el del 10 de mayo de 1998
vuelva a suceder.