Según
se desprende del careo que tuvieron al aire, por Radio Cardinal,
Nelson Argaña, jefe del Movimiento de Reconciliación Colorada
(argañismo), por un lado, y Carlos Mateo Balmelli, principal asesor
de Yoyito Franco (PLRA), por otro, se reunieron el pasado jueves,
como se publicó en todos los medios, para buscar una concertación.
Sin considerar lo que pudieron decirse o no, hay dos hechos
relevantes expresados por la reunión: primero, que el Movimiento de
Reconciliación Colorada entiende que el presidente de la República,
Luis Ángel González Macchi, ha cumplido su ciclo y debe irse;
segundo, que el partido Liberal Radical Auténtico pasa por alto el
cambio que el pueblo quiere, se mofa de él, se burla de quienes le
dieron su voto el 13 de agosto de 2000.
No había que ser premio Nóbel para llegar antes a la
conclusión a la que tardíamente llegan ahora los integrantes del
argañismo sobre González Macchi, pero el hecho de que hayan
llegado al fin a ella indica que es muy difícil el futuro del
actual presidente paraguayo. Muy difícil.
Sin apoyo político de ninguna clase o, mejor, con apoyos políticos
cada vez más condicionantes, González Macchi sólo podrá
sobrevivir en la medida en que acepte ser cada vez más un títere
de las fuerzas que se muestren dispuestas a soportar la vergüenza
que implica apoyar al gobierno.
El senador González Macchi, que nunca fue más que un
delegado de los poderes fácticos que abolieron la democracia en
Paraguay, se está convirtiendo en una marioneta completa, sin la más
mínima expresión de vida propia.
Lo de los radicales auténticos es más grave, si cabe.
Votados el 13 de agosto para hacer el cambio que el pueblo quiere,
optaron por volver a integrarse al régimen del que se habían visto
obligados a salir por mandato de las bases del PLRA y por sostener a
la dictadura contra la que había votado la mayoría del pueblo
paraguayo en esa fecha.
Como si eso no fuera suficientemente malo, se reúnen ahora
con los argañistas, el sector político que una parte significativa
de la sociedad quiere ver desplazado del poder, el sector contra el
cual se votó específicamente el 13 de agosto, para hacer con ellos
una concertación.
Yoyito Franco quiere que se crea que no entiende el mandato
que le dio el pueblo, pero el pueblo no es cretino: la ciudadanía
no quiere concertación, y mucho menos con los argañistas.
Quiere cambio. Cambio radical, puro y simple.
Por
si Yoyito Franco y sus asesores no lo entienden, el cambio que el
pueblo quiere significa que los argañistas, los encuentristas y los
wasmosistas sean desplazados del poder para tratar de construir un
país medianamente decente.
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