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El juego de las apariencias
Enrique Vargas Peña
El pasado viernes, 8 de octubre, el gobierno debía anunciar los
ajustes en precios y tarifas con los que trataría de solventar hasta fin de año su
desastrosa gestión administrativa, pero ante las anunciadas medidas de resistencia de
algunos gremios, dio marcha atrás y postergó los aumentos hasta tener mejores chances.
El régimen paraguayo, presidido por Luis González Macchi no se
sustenta en el pueblo y nunca lo hizo. Nació como resultado de una conjura de las
cúpulas políticas y las corporaciones fácticas, conjura completamente resuelta a abolir
las decisiones electorales del pueblo paraguayo y a evitar el ejercicio de su derecho a
elegir.
Su poder, consecuentemente, es el resultado de la satisfacción de las
corporaciones que le dan sustento y no del consentimiento de los gobernados en el sentido
clásico de este concepto.
Su retroceso en el ajuste, pues, ha evidenciado, no su debilidad como
parecería lógico, sino, paradójicamente, las fuerzas en que se sustenta: el gobierno ha
retrocedido en el ajuste no porque perjudica al pueblo, sino porque afecta los intereses
de algunos gremios.
Lo mismo puede decirse de la concesión que le fue otorgada a los
productores agrícolas con la financiación de sus deudas con recursos provenientes del
crédito de cuatrocientos millones de dólares que Taiwán dio al Paraguay.
Esto es lo que explica, a mi juicio, el hecho de que a pesar de que los
síntomas de la descomposición de la situación son generales, el gobierno sobrevive.
En el campo político, por ejemplo, existe la impresión de un
deterioro de la coalición gobernante, integrada por los partidos Liberal, Encuentro
Nacional y dos sectores del mayoritario partido Colorado.
Los liberales tratan ahora, tal vez por encargo de sus financistas, de
aparecer como críticos. El grupo del ex ministro de Agricultora, diputado Luis Alberto
Wagner, encabeza este movimiento.
Las declamadas fricciones entre los grupos colorados del ex presidente
Juan Carlos Wasmosy (1993-1998) y del asesinado vicepresidente Luis María Argaña, se
manifiestan principalmente en ataques que el presidente González recibe de los locutores
que trabajan para Wasmosy, ataques sin sustancia, desde que se reducen al mero insulto
personal.
Y en este extraño juego, el mimado de la oligarquía, el ministro de
Industria y líder fundador del partido Encuentro Nacional, Guillermo Caballero Vargas,
aparece como el sostén más sólido del régimen.
Pero la impresión del deterioro en la coalición gobernante es
solamente eso, una impresión, una apariencia, desde que no se trata, en realidad, de una
lucha por principios o pregramas, sino de negociaciones por zonas de influencia, espacios
de poder, cotos de caza, realizadas en términos corporativos.
Quienes pretendan analizar la situación del Paraguay utilizando los
instrumentos tradicionales del juego democrático, se equivocarán de medio a medio, pues
la lógica que opora en el país es otra, es la lógica corporativa, feudal.
Existe una probabilidad, claro está, de que aquellas negociaciones
corporativas en el seno del régimen terminen por agrietarlo, pero a mi modo de ver es una
probabilidad reducida.
Creo, y espero estar equivocado, que el régimen paraguayo sobrevivirá
a pesar de sus fracasos, a pesar de su pésima administración, a pesar de sus crímenes,
porque ha tenido éxito en reemplazar los esquemas democráticos de relacionamiento entre
el poder y la sociedad, por otros modos en los que los fracasos, la mala administración y
los crímenes cuentan bastante menos que la capacidad del gobierno de otorgar concesiones,
privilégios, la cual está muy lejos de haberse agotado. |
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