La comisión de Defensa de la Cámara de Diputados, presidida por el
colorado Luis Becker, ha resuelto convocar al ministro de Defensa
Nacional, almirante (sr) Ramón Ocampos Alfaro a fin de reaunudar,
después de un año, la discusión sobre la ley de Reorganización
Militar.
Aunque se incluirán en la agenda varios asuntos importantes,
tales como la inclusión o no del ministro de Defensa en la cadena de
mando de las Fuerzas Armadas o la distribución física de los
cuarteles en el territorio nacional, el tema que más importa a la
sociedad es, sin duda, el del reclutamiento forzoso de menores de
edad.
Las Fuerzas Armadas del Paraguay siguen reclutando a menores de
edad y cada tanto deben enfrentar el escándalo de la muerte de uno de
esos niños en extrañas circunstancias.
La razón por la que una institución dedicada a la defensa
nacional hace eso es, sencillamente, la inexistencia de una política
seria de seguridad externa. Un país no se defiende con niños.
Sin embargo, el reclutamiento de niños ha sido mantenido en el
Paraguay debido a que las Fuerzas Armadas están dedicadas, al menos
desde 1947, a cumplir el papel de fuerza de ocupación o fuerza
policial, antes que a atender los asuntos de seguridad nacional y, por
tanto, no requieren de una selección rigurosa de su personal.
El periodo autoritario sirvió también para convertir a las
Fuerzas Armadas en un conjunto de satrapías, en las que cada jefe se
considera con derecho a disponer de servidumbre gratuita,
proporcionada por estos niños que no pueden portar un fusil, pero si,
ciertamente, escobas y rastrillos.
El Congreso, que debió intervenir para poner fin a esta cuestión
desde hace mucho tiempo, no lo hizo porque prefirió flirtear con el
principal poder fáctico del país antes que servir a sus mandantes.
Ahora, se abre una nueva oportunidad para enderezar el rumbo,
impulsada por más muertes de niños en servicio de las que había que
lamentar hace un año, pero contenida por el mismo oportunismo político
que postergó tantas veces tomar una decisión saludable.
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