Constituyente y
refundación
Enrique Vargas Peña
Aunque la situación del señor González Macchi parece harto difícil,
tras la convención del partido Liberal Radical Auténtico, la suerte del usurpador es
irrelevante ante la del régimen que preside.
El régimen de marzo no depende de González Macchi. Puede sobrevivir
sin él en el ejercicio de la presidencia. De hecho, todo apunta a eso. El régimen de
marzo es más que González Macchi y sus raíces son muy anteriores.
El régimen de marzo se gestó en el pacto de gobernabilidad entre
Domingo Laíno y Juan Carlos Wasmosy, que estableció un Poder Judicial que les está
políticamente sometido. El núcleo de la dictadura es su Poder Judicial. Este es también
su principal instrumento de coerción sobre los opositores y de impunidad para los amigos.
Allí tiene su asiento y su fuerza.
Todo, absolutamente todo, lo que sucedió desde 1995 hasta la fecha
tiene explicación en esa componenda que despojó al pueblo paraguayo de su soberanía,
reemplazándola por bastardos acuerdos de las cúpulas políticas, las que, en orden a
precautelar sus intereses particulares, han destruido las oportunidades de la gente, como
se observa fácilmente con sólo caminar por las calles.
Esto no cambiará con la caída o la permanencia de González Macchi,
que es un mero delegado de esas cúpulas. Ni siquiera cambiará con las elecciones del 13
de agosto, a las cuales temen las cúpulas políticas y empresariales no porque sus
candidatos pueden perder, sino porque los opositores verdaderos puedan obtener más del
cincuenta por ciento de los votos, ya que si ello ocurre, les será muy difícil detener
luego, la caída del régimen entero.
Aquí es donde caben dudas con respecto a la dirigencia liberal radical
auténtica, que aparece más interesada en mantener el sistema organizado por el pacto de
gobernabilidad, que los hizo ricos y poderosos sin el consentimiento del pueblo, que en
servir a la nación paraguaya.
Los radicales auténticos, en efecto, no cuestionan hasta ahora la
legitimidad del régimen cuya construcción protagonizaron y aunque pueden apoyar el
desplazamiento de González Macchi, están defendiendo a su régimen. Y, lamentablemente,
el régimen, más que González Macchi, es el problema del Paraguay.
El país no necesita solamente un nuevo presidente. Necesita ser
reconstruido, refundado. Necesita deshacer el pacto de gobernabilidad que estableció un
gobierno de cúpulas en vez de un gobierno del pueblo. El país requiere una nueva
justicia, sin compromisos políticos y un Congreso donde el pueblo, y no los partidos, sea
el protagonista. El Paraguay merece, aunque sea por una vez, dar oportunidad a la
decencia.
Ningún cambio que mantenga las estructuras del presente régimen
solucionará realmente los problemas de la gente, pues este régimen, parido por Wasmosy y
Laíno, sólo sirve, y servirá siempre, a sus progenitores. No está diseñado para
servir al pueblo. No está diseñado para el bien.
El electorado, pues, puede saber fácilmente quiénes le mienten y
quiénes no, preguntando simplemente a los candidatos que irán a la elección del 13 de
agosto si ellos quieren solamente sustituir a González Macchi o si quieren, realmente,
servir al país.