El
oficialismo ha interpretado los resultados de las elecciones
internas del partido Colorado como una derrota del oviedismo.
En un sentido estrictamente matemático, el oviedismo ha sido
derrotado, porque es evidente que en un país tan duramente
castigado por su propio gobierno es un fracaso que quienes se han
estado oponiendo a ese gobierno sean derrotados en las urnas por los
partícipes y socios de ese gobierno.
De hecho, el oviedismo debería analizar seriamente la
necesidad de ver dónde es necesario ajustar su discurso para
superar el porcentaje que, al terminar los conteos oficiales,
obtenga.
Pero hay, dentro de la derrota matemática, un espacio, señalado
por los oviedistas, que es tan real como el otro: se trata del
espacio moral.
Hay una parte importante del electorado que resolvió
resistir las presiones y oponerse al régimen autoritario. Haber
mantenido la esperanza y la cohesión de ese electorado es una
victoria moral notable del oviedismo.
El oviedismo solamente podrá crecer y superar los límites
en que lo han arrinconado si es capaz de afianzar su rol como
bandera y baluarte de los oprimidos, y entender que la maquinaria
que lo ha derrotado es principalmente mediática.
Esto
significa que es una maquinaria ideológica que plantea desafíos teóricos
que son capaces de recibir la atención y el apoyo de un porcentaje
significativo del electorado que, por ello, tiene literalmente
terror del oviedismo y es capaz de aceptar cualquier cosa para
evitarlo.
La
habilidad de la coalición de marzo ha sido esa, instilar en una
parte importante de la sociedad un miedo pánico al oviedismo, lo
que le permite cometer con apoyo popular todos los abusos que ha
cometido.
Cuando
el oficialismo dice que ha derrotado al oviedismo, pues, está
proclamando un nuevo éxito de la estrategia que viene usando desde
el 7 de setiembre de 1997.
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