Aunque
la elección del domingo 13 de agosto es crucial para la democracia
paraguaya, una pronunciada apatía se observa en el ambiente. Nadie
dice nada y los comentarios corren mayormente en voz baja.
Se
podría explicar esta apatía de muchas maneras que se verían
confirmadas solamente al término del acto electoral pero, todas
esas explicaciones posibles deben incluir necesariamente la
desconfianza que se ha reinstalado en el pueblo paraguayo acerca de
la rectitud de los órganos electorales.
Desde
que en abril de 1999 fueron destituidos por la fuerza dos de sus
tres integrantes, los que, justamente, habían garantizado la elección
más libre, limpia y mejor organizada de la historia paraguaya (mayo
de 1998), para instalar en su lugar a personajes notoriamente
adscritos a los grupos que tomaron el poder en marzo de 1999, la
población sabe que la administración de justicia electoral se
comporta igual que la tristemente célebre Junta Electoral Central
de la dictadura de Stroessner.
Cuando
la gente siente, debido a las cosas de las que es testigo, que no
habrá consideración para su voto, para la expresión de su
voluntad, que será incluso probablemente distorsionada, manipulada,
convertida en lo contrario de lo que era, entonces pierde entusiasmo
y actúa reservadamente cuando no se desvincula directamente del
sistema.
Esta
nueva administración de la justicia electoral paraguaya
cometió actos que muestran cómo actuará el 13 de agosto: validó
la prórroga, antiestatutaria, ilegal e inconstitucional de las
autoridades que actualmente usurpan el nombre y la sede de la
Asociación Nacional Republicana, partido Colorado; pasó por alto
el fraude escandaloso realizado en la elección del candidato de ese
partido a la vicepresidencia de la República para ocultar el nivel
récord de abstención habido y se comprometió con el golpe de
Estado por el cual se despojó al pueblo paraguayo del derecho a
elegir presidente de la República.
Nada
de lo que esta administración ha hecho desde entonces ha servido
para desvirtuar las dudas generadas por aquellos actos, al
contrario, todo indica que si se atrevieron a aquello, se atreverán
a muchas cosas el 13 de agosto, que no se restringe el imperio de la
voluntad popular para hacer ningún bien.
Esa
es la causa final por la que no se observa el fervor típico de
anteriores jornadas electorales en el Paraguay, a pesar de que la
elección del 13 de agosto podría reencauzar su truncada transición
hacia la democracia.
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