Internas del pasado
Enrique Vargas Peña
Se realizan los comicios internos de la Asociación Nacional
Republicana, partido Colorado, convocados para elegir a su candidato a la vice presidencia
de la República, con vistas a la elección del próximo 13 de agosto.
Estos comicios son, desafortunadamente, un hito en el proceso de
regresión al autoritarismo que viene sufriendo el Paraguay desde 1997, similar al que se
produjo el 27 de diciembre de 1992, cuando los poderes fácticos que ahora gobiernan
robaron el triunfo electoral obtenido por el Dr. Luis María Argaña.
Pero, a pesar de problemas como el recién señalado, entre 1989 y 1997
la sociedad paraguaya estaba en transición hacia la democracia y sus instituciones
electorales se afianzaban.
De hecho, las elecciones internas del partido Colorado del 7 de
setiembre de 1997 fueron las más limpias y participadas en toda la historia de esa
organización y las subsiguientes elecciones nacionales del 10 de mayo de 1998 fueron las
más limpias y participadas en toda la historia nacional.
En ambos actos, el progreso democrático del país fue evidente: jueces
independientes e íntegros llevaron adelante procesos electorales pulcros, aceptados por
todos los ciudadanos, aunque no por los poderes fácticos que estaban preparando ya el
golpe que terminó por despojarnos, el 28 de marzo de 1999, del derecho a elegir
gobernantes.
Los presentes comicios del partido Colorado son un hito en el proceso
de regresión señalado al principio porque son los primeros realizados bajo
circunstancias completamente diferentes a las que se habían estado construyendo durante
la transición hacia la democracia.
Son las primeras elecciones, desde 1989, donde hay proscripciones y son
las primeras con una fuerza hegemónica dominando las instituciones electorales
partidarias y nacionales.
En efecto, estos comicios se realizan con la proscripción de hecho de
una de las mayores fuerzas internas de la ANR, la Unión Nacional de Colorados Eticos.
Se realizan, además, con tribunales electorales de cuya independencia
cabe dudar razonablemente.
Tanto se ha retrocedido que, como antes de 1989, pocos dudan del
resultado de esta elección, hasta el punto que vuelven a circular aquellos chistes que
hablaban de que en el Paraguay no hacían falta computadoras para saber quién ganaba las
elecciones.
Pero tal vez la tragedia mayor de todo esto sea que las víctimas del
fraude de 1992 no hayan capitalizado para beneficio del pueblo aquella amarga lección y
se hayan unido a sus victimarios para construir un sistema en el que el papel de los
ciudadanos ha sido reducido al mínimo.